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Plan piloto

Gonzalo Silva Rivas
17 de septiembre de 2013 - 11:00 p. m.

La llamada operación “cero trabajo suplementario” puesta en marcha por los pilotos de Avianca refleja una compleja problemática que va más allá del simple pulso laboral.

Además de las dificultades operacionales y de los conflictos corporativos que se develan al interior de la aerolínea, desnuda las falencias que en materia normativa y de infraestructura afronta el país, y pone sobre la mesa el tema de la seguridad en las condiciones de trabajo que las aerolíneas suelen imponer a sus tripulaciones.

El detonante del problema se produce ante el alegato de los aviadores que denuncian haber sacrificado, sin retorno de beneficios, ocho años de aspiraciones salariales y de colaboraciones voluntarias para contribuir en los esfuerzos que le permitieron a la aerolínea salir a flote de la Ley de Quiebras. La empresa reconoce que puede mejorar sus sueldos, pero no como retribución a los viejos aportes sino como compensación a nuevos incrementos en la productividad a través de un aumento en las horas de vuelo.  

Las estadísticas demuestran que las causas más comunes de la accidentalidad aérea en el mundo, especialmente en América Latina, son las deficiencias regulatorias de los gobiernos en las áreas de seguridad, inversión en infraestructura y capacitación de los pilotos. Y las aerolíneas, poco exigidas con procesos de supervisión estatal, no ven la seguridad como una inversión. De ahí que su compromiso con ella sea muy escaso. 

Bastante común es encontrar en el mercado empresarial que la gratificación de los aviadores esté relacionada con la mayor cantidad de horas de vuelo o con el ahorro de combustible obtenido en cada trayecto. De ahí que la mayoría de los accidentes provocados como consecuencia de causas humanas se deban a las excesivas cargas de trabajo, a la fatiga, a la inexperiencia de los tripulantes, a la falta de motivación, y a la inadecuada utilización de los recursos. 

Lo grave es que la enfermedad parece no tener cura. El Parlamento Europeo tiene en hervor y se alista para aprobar una ley que regulará la actividad y los tiempos de trabajo de los pilotos, decisión que obliga a todos los países de la comunidad. La discusión previa se matizó con el concepto de científicos y expertos, pero todo indica que en el articulado final, consecuente con los que suele suceder en todo organismo politizado, habrá de pesar más el lobby de las aerolíneas que el interés general.   

El nuevo reglamento se inclinaría hacia las exigencias comerciales de los empresarios, y por consiguiente las tripulaciones seguirían sometidas a las extenuantes jornadas de trabajo y a las programaciones de vuelo que alteran patrón de sueño y reloj biológico. Todo parece indicar que en materia de seguridad aérea, lo que ha venido faltando a estas alturas es un aterrizado plan piloto.

gsilvarivas@gmail.com

 

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