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Poder prestado

Fernando Araújo Vélez
10 de enero de 2016 - 02:00 a. m.

A usted le dieron un poco de poder y manejó la gente que le anexaron y un presupuesto exiguo y creyó que ese era el poder, sin comprender que ese no era ni podía ser su poder, sino un poder que le entregaron para que la empresa, que era el gobierno, produjera más, para que gastara menos, para que las utilidades fueran más vistas, y también, aunque no lo admita jamás, para que le contara al que lo designó algunas infidencias de la oficina, y sobre todo, para que preservara el sistema que tanto lo honró y no traicionara a la alta clase social que le hizo el favor de ascenderlo. Se regodeó por ese poder y con ese poder, y ni se le ocurrió pensar que algún día se le acabaría, que se lo quitarían de las manos, y la gente y el presupuesto y los equipos que le dieron pasarían a ser el poder de otro, como ocurrió. Y usted, en la calle. Vacío y podrido de rencores, porque no supo, no quiso comprender que el poder que otorgan otros es un falso poder. Un poder prestado. Usted, vacío y podrido de rencores, porque nadie le dijo que el verdadero poder debía ser el que usted tuviera, sin dependencias ni favores.

Su sabiduría debió ser su poder. Su experiencia, su inventiva, su solidaridad, su libertad, esos debieron ser sus poderes. Incluso sus palabras, pero no las palabras técnicas que multiplicó para confundir en lugar de explicar, para aparentar, para que los otros creyeran que era sabio, igual que hizo con sus decenas de diplomas, que no eran sino eso, papel. Le encantaba repetir palabrejas en inglés y decía “así se llama” a aquello que nombraba, como si hubiera un dios de las palabras que le pusiera una a cada cosa.

Su cargo era y fue su poder, no usted. Se ufanó ante el país cuando sacó de la manga unas cuantas resoluciones que llamó decretos, basados en estudios concienzudos, aclaró, que nos impusieron una mayor carga de impuestos. Impuestos disfrazados, como siempre. Y usted dio el primer ejemplo y pagó el primer formulario ante decenas de cámaras, sonriente, porque cumplía con su deber, y porque creía que esos decretos le garantizarían su cargo y su poder y sus jefes lo aplaudirían. Siento mucho que no haya sido así, pero más aún, siento mucho que lo estén buscando por evasión de impuestos.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

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