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Política: déficits inocultables

Luis I. Sandoval M.
09 de enero de 2012 - 11:00 p. m.

La política no se reduce a las elecciones, aunque así sea para muchos. Por eso tiene sentido plantear las actividades posibles en los próximos 24 meses (2012-2013) que no estarán atravesadas por la tensión de una elección inminente, aunque ya se asoma el tema de la reelección presidencial.

En marzo de 2014 habrá elecciones parlamentarias y en mayo-junio presidenciales. ¿Qué hacer entre tanto? En mi concepto, tratar de superar los déficits, es decir, los faltantes, vacíos o malformaciones graves que tiene la política en nuestro medio.

El analista argentino Marcelo Cavarozzi ha señalado que en la estructuración política de América Latina sobresalen varios déficits: déficit en la constitución de ciudadanía, déficit en la institucionalización del sistema de partidos, déficit en la resolución del equilibrio entre la función representativa y la función gubernativa de los partidos y, finalmente, por todo ello, déficit en la construcción del Estado.

Esos son problemas evidentes en la política colombiana, pero ésta tiene problemas adicionales. Entre ellos: la percepción peyorativa de lo político y los políticos en la sociedad; la reducción del papel de los partidos políticos; la condición minoritaria de quienes participan en política; el escaso desarrollo de la cultura política; la inexistencia de sólidos proyectos políticos; la precariedad de la política como principio de solución de los problemas colectivos; la persistencia de un conflicto armado que no encuentra solución política; la política vacía de poderes reales en el nivel nacional y poblada de poderes extraños en el nivel regional; personalismos, caudillismos y grupismos contra la vivencia democrática de la política; el pragmatismo, el clientelismo y la corrupción como constantes de la praxis política.

Examinar los problemas que presenta el ejercicio de la política en sus distintas dimensiones podría ser una tarea útil en este tiempo parcialmente libre de afanes electorales. Pero la política sólo puede mejorar, es mi convicción, si la reflexión sobre ella parte de un referente utópico: sólo así se puede diseñar el camino para transitar de una situación inaceptable e indeseable a una situación distinta, mejor y deseable. Sólo la utopía genera tensión creativa y acción transformadora. Los pragmatismos sólo producen condescendencia cómplice con realidades inicuas.

Los proyectos políticos son necesarios. Un partido es portador de un proyecto político o no es nada. Un proyecto político consiste en una propuesta para que una sociedad en condiciones históricas determinadas alcance objetivos deseables de libertad, dignidad, calidad de vida y felicidad. De la propuesta política se deriva un curso de acción ciudadana, acción política y acción estatal.

Otro referente necesario para avanzar es revalorar el papel de los partidos. No creo en su desaparición o extinción, ni en su total fuera de lugar por el surgimiento de las redes sociales vía internet. Oportuna la observación de Marcelo Torcuato de Alvear, que cita Felipe Pineda en reciente texto: “Los hombres somos transitorios, pero los partidos organizados, con sus virtudes y defectos, son fuerzas permanentes y necesarias, llamadas a progresar y perfeccionarse”.

Hay que volver sobre estos asuntos en este tiempo en que se reduce el apremio electoral. Los propios partidos pueden recurrir a convenciones, conferencias, congresos, constituyentes, jornadas programáticas o ideológicas, apoyados en medios informáticos, para procurar el desarrollo del pensamiento y la cultura política. Algunos partidos, en buena hora, ya están moviéndose por este camino. Universidades, centros de pensamiento, periódicos y revistas, pueden ayudar en esta imprescindible tarea.

Necesitamos mejores partidos para vivir mejor. La deliberación es el elemento que nunca puede faltar para que la política y la democracia auténticas mantengan su vitalidad. Ahí, en el siglo XXI, los partidos informatizados son irremplazables.

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