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Política y Paz: ocurrencias

Luis I. Sandoval M.
18 de marzo de 2013 - 11:00 p. m.

Lo sabíamos por dolorosas experiencias, pero ahora lo confirma con indicadores y cifras el Barómetro de Las Américas: los partidos políticos siguen subdesarrollados, malformados y desconectados de la gente a pesar de las sucesivas reformas políticas, mejor, a pesar de los jefes políticos que resisten los cambios previstos y continúan en las viejas prácticas.

Cierto que hay problemas por resolver para minorías disidentes de partidos que parecían sólidos proyectos políticos pero, más allá de esas justas demandas (Armando Novoa), hay circunstancias relevantes que reclaman reformas de distinto tipo: las que facilitan el tránsito de actores armados a la vida civil, las referentes a circunscripciones electorales (Senador Sudarsky), las que coadyuvan la democratización de los partidos, las que acentúan el control de los partidos sobre prácticas extendidas non sanctas, las referentes al cabildeo político, las que procuran la coherencia entre ejercicio político y programas partidarios, las que facilitan que los partidos orienten y controlen la gestión por parte de sus elegidos o nombrados en cargos públicos, las que se refieren al origen de las finanzas partidarias incluida la cotización de los afiliados, las que incentivan la participación de mujeres y jóvenes, las que aseguran el acceso de todos, individuos y colectividades, a los medios de opinión.

Pero algunas de estas garantías y previsiones son necesarias no solo para los partidos políticos sino también para los movimientos sociales en cuanto estos también son actores de la vida política en la sociedad actual (Hobsbawm, Arditi). Con este sentido integral e innovador se viene discutiendo una propuesta de reforma política en Brasil. La Constitución colombiana del 91 ya trae este enfoque razonablemente audaz en sus disposiciones del Título IV De la Participación Democrática y los Partidos Políticos, solo parcialmente desarrolladas.

De una pertinente reforma política debería formar parte el Estatuto de la Oposición que hoy no existe y sobre el cual tantas vueltas se han dado. Estatuto clave por cuanto, si los insurgentes convierten sus movimientos armados de hoy en partidos políticos sin armas mañana, es casi seguro que su ubicación será inicialmente en la orilla de la oposición la cual deberán ejercer en el marco de instituciones y reglas de juego democráticas claramente definidas. Y llegados a este punto hay que decir que una reforma política no puede dejar de incluir la congrua transformación de las instituciones electorales, de tal manera que se aseguren garantías reales, juego limpio y eficiencia plena, en la operación del rito electoral. Sin confianza general sostenida en el sistema electoral es imposible consolidar el ejercicio de la democracia política.

Materia hay mucha para dar pasos serios de reforma política. Los diálogos de paz son un momento excepcionalmente propicio para plantear temas y vías de reforma en tanto el entendido es que el conflicto se originó y se mantuvo por la estrechez del sistema político y que la salida política del mismo se fundamenta en la ampliación del sistema que ahora acoge y da garantías plenas de participación a quienes se sentían excluidos. La política sustituye el conflicto, en cierta forma es la continuación del conflicto por otros medios, por medios democráticos. Política a través de partidos y movimientos.

Para llegar a ese mayor desarrollo de instituciones y prácticas políticas en democracia se requiere un mayor desarrollo cultural en la ciudadanía. Es preciso devolverle a la política su función y dignidad primigenias sacándola del estigma imperante al reconocimiento de principio vital de la sociedad. Colombia está ante la oportunidad de una auténtica reforma política que la ponga en la senda de profundizar la democracia y proyectar la paz estable y duradera.

<lucho_sando@yahoo.es>

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