Políticas de estado policíaco

Ramiro Bejarano Guzmán
31 de octubre de 2007 - 05:43 p. m.

El general Óscar Naranjo propuso que se adopte como política de Estado, la seguridad democrática.

El general Óscar Naranjo propuso que se adopte como política de Estado, la seguridad democrática. Según el Director de la Policía, en eso deberían coincidir los partidos, incluidos los de oposición. En otras palabras, el audaz oficial nos propone que todos nos volvamos uribistas, por cuenta de la seguridad.

Jamás estaré de acuerdo con esa solución, aun cuando provenga de alguien tan respetado como el general Naranjo, un hombre al que el país le debe mucho, y con quien inclusive tengo varias deudas de gratitud. Recuerdo sólo la más reciente. Cuando aparecieron en una carretera del Valle pasacalles calumniosos en mi contra, ante la mirada sonriente y actitud cómplice del charlatán y patán gobernador del Valle, Angelino Garzón -en cuyas irresponsables manos se terminó de quebrar la Licorera del departamento-, también el general Naranjo puso orden inmediatamente.

El discurso de Uribe en materia de seguridad, consiste en respuestas militaristas, en territorios invadidos de soplones, en un sistema donde se intercepten sin orden judicial las conversaciones privadas a través del monitoreo del espectro electromagnético, en fin, un país en permanente acecho. A esa visión de la seguridad, se suma la tramposa Ley de Justicia y Paz, con la que el presidente Uribe aseguró la impunidad a sus aliados paramilitares.

No le hace bien a la democracia colombiana convertir una política transitoria de seguridad, en norma perpetua. ¿Para qué sostener de manera permanente un sistema concebido para la guerra? Los regímenes de excepción siempre deben ser transitorios, porque en ellos crecen los abusos de los gobernantes y el padecimiento de los ciudadanos.

Uribe y el valiente general Naranjo hacen una buena llave. Hace un tiempo Uribe reveló que fue Naranjo quien en un momento de vacilación lo convenció de no jalarle al despeje; ahora, es Naranjo quien lanzó el guante de convertir en política de Estado la seguridad democrática, que recogió con ostensible oportunismo el mandatario, en pleno debate electoral.

Me resisto a creer que algo tan trascendental desde el punto de vista ideológico, haya pasado inadvertido a los partidos contradictores del régimen. Prefiero pensar que por los avatares de esta tediosa campaña electoral que por fin se acaba, nadie le paró bolas a la deliberante propuesta del más alto oficial de la Policía.

En ese ambiente asfixiado de represión, era obvio que ningún partido se preocupara con la otra noticia de que el DAS y el CTI infiltrarían las campañas políticas para evitar el fraude electoral. ¡Qué tal! Peor el remedio que la enfermedad. Infiltrar una organización política, con cualquier fin, es someter a los opositores. La experiencia de Watergate, parece no estremecer a nadie.

No hay duda, el enrarecido clima que se respira por obra y gracia de una seguridad que ha sido de todo menos democrática, ha hecho que propuestas como la del general Naranjo parezcan salvadoras, cuando, por el contrario, con ellas podríamos estar botando la llave de la tranquilidad y de la libertad al fondo del mar.

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Adenda N° 1.- El presidente Uribe, que debía permanecer neutral, tomó partido en las elecciones para la Alcaldía de Bogotá, al lanzar subliminalmente la calumnia contra Samuel Moreno, de recibir apoyo de las Farc, sólo porque en Anncol reprodujeron una columna divulgada en Voz Proletaria. Eso sí, no protestó por los apoyos de sus amigos parapolíticos de la Picota a varias listas y candidatos. Ya sabemos de qué lado está su corazón, pero sobre todo sus miedos.

Adenda N° 2.- Ángela Benedetti, del liberalismo, y Carlos Vicente de Roux, del Polo, son dos magníficas opciones para el Concejo de Bogotá.

notasdebuhardilla@hotmail.com

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