Construir democracia

¿Por qué Darío Echandía, hoy?

Hernando Roa Suárez
21 de febrero de 2017 - 02:00 a. m.

Por su sabiduría jurídica, formación humanística, responsabilidad político-diplomática, vocación académica, valor personal y eficiencia y eficacia en el conocimiento teórico-práctico de lo público, es reconocido como Maestro.

Con la presente columna termino la serie preparada en honor de este excepcional colombiano que -desde muy joven y hasta el fin de sus días- fue un servidor de nuestra democracia representativa y participativa.

Estamos en pleno proceso electoral para el 2018. Preguntémonos: ¿Por qué Darío Echandía, hoy? Porque ante la múltiple crisis provocada por: el debilitamiento del Estado, especialmente en el intervalo (1970-2017); la decadencia de los partidos políticos que han desvirtuado sus fines y se han convertido en empresas electorales cristalizadas en la problemática de los avales del 2015; la configuración inequitativa de la estructura del poder, olvidando institucionalizar y desarrollar la democracia participativa; la toma frecuente de decisiones improvisadas dentro del régimen presidencial; la falta de un número cualificado de líderes políticos demócratas y estadistas; las deficiencias provocadas por la existencia de violencias abiertas, estructurales y culturales; la presencia de conductas desviadas (anomia) y la falta de cohesión social (atonía); la expansión de la corrupción político-administrativa en distintos estamentos sociales y en parte significante de los miembros del Congreso de Colombia; la práctica de irregulares comportamientos por parte de algunos miembros de nuestras Cortes; las inconsistencias en el sistema de justicia colombiano; y la gran incertidumbre que existe para los demócratas, debido a la elección del señor Trump..., el conocimiento de la vida, obra y personalidad del Maestro Echandía es de gran utilidad, especialmente para las juventudes universitarias, necesitadas de conocer ejemplos de líderes políticos, estadistas y juristas éticos, que les indiquen caminos apropiados para replantear nuestra vida política.

Complementariamente y ante el gravísimo problema de la abstención del 63% de la población en capacidad de hacerlo [i] y específicamente, los amplios sectores de nuestra juventud universitaria que sienten desprecio por la actividad política y lo político, y no participan efectivamente en la construcción del proceso de paz, hay que estar muy atentos, emprender un gran proceso de reeducación política y reivindicar el conocimiento histórico de colombianos que ejercieron su vocación con transparencia y responsabilidad histórica; uno de ellos, indiscutiblemente, es Darío Echandía.

Buscando condensar comprensivamente -en sentido weberiano- rasgos sustantivos de su personalidad, y tomando distancia frente a la investigación realizada, me permito sintetizarlos así: Darío Echandía Olaya fue Político, que ejerció los más altos cargos públicos con responsabilidad y eficiencia, sirviendo a la causa de la paz y la justicia social, desde sus convicciones de militante liberal socialdemócrata, que buscó la concordia con el partido conservador. Estadista: En su calidad de Gobernador, Ministro, Embajador y Presidente de la República, se destacó por su dominio de lo público y la responsabilidad en el ejercicio de sus cargos, desarrollando tareas que correspondían a programas del Partido Liberal. Su conocimiento apropiado de lo jurídico-político, fue utilizado para defender reformas sociales que facilitaron el ingreso de Colombia a la modernidad, desde 1936.

Jurista: A partir de su tesis de grado, como juez municipal, Magistrado del Tribunal Superior de Ibagué, Congresista y Magistrado de la Corte Suprema de Justicia, utilizó su sabiduría ejerciendo su conocimiento constitucional y jurisprudencial, para impulsar el imperio del derecho y la justicia. Diplomático: Como tal, manejó eficazmente las relaciones del Estado colombiano con el Estado del Vaticano, en las dos oportunidades que fue designado Embajador.

Profesor universitario: Estudiando las cátedras que impartió, y su labor como gran lector y pedagogo expositor, recordemos que transmitía con claridad a los educandos sus intensas jornadas de lectura, escritura y discernimiento. Ciudadano ético: Esta cualidad acompañó transversalmente el ejercicio total de su polifacética vocación; y Maestro: Por su sabiduría jurídica, formación humanística, responsabilidad político-diplomática, vocación académica, valor personal, y eficiencia y eficacia en el conocimiento teórico-práctico de lo público, fue reconocido como Maestro.

Al efecto, se me presenta conveniente recordar la semblanza plasmada por Cesáreo Rocha Ochoa, Presidente de la Academia Colombiana de Jurisprudencia, con motivo del centenario de Echandía: “Echandía vivió como pensó y pensó como vivió. Austeramente, sin dejar que las tentaciones del mundo material lo gobernaran, nunca tuvo lujos ni en su casa paterna, ni en su infancia, juventud o madurez. Murió pobre como había nacido y dejó una estela ejemplar de brillo intelectual, de moralidad, de principios, de autenticidad. Un claro y cada vez mejor derrotero ideológico se advirtió en sus actitudes esenciales. Por ello, un día afirmó en el recinto del Congreso”: “La vida ha sido demasiado generosa para mí, tan generosa, que me ha permitido llevar con desenfado, sin pesadumbres, el lujo exquisito de ser pobre”. Sí, no fue al azar que un estadista de la talla de Carlos Lleras Restrepo, en la plenitud de su lucidez,  sostuvo: “Hermosa vida que no tiene par en nuestra historia”. roasuarez@yahoo.com

[i] Referencia 1. Como se reflejó en la votación para el Plebiscito del 2016.

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