¿Por qué mienten los del Centro Democrático?

Catalina Uribe Rincón
20 de abril de 2017 - 02:00 a. m.

Algunos estudios demuestran que son raras las veces en que un político le miente directamente a un homólogo de un país extranjero, o un Estado a otro Estado. Es raro que, por ejemplo, la canciller alemana llame al primer ministro de Canadá y con completo desparpajo le diga algo que sabe que es falso. Mentir entre homólogos es poco conveniente, pues, por lo general, el país externo tiene la posibilidad de averiguar con facilidad la verdad, ya que tiene personal in situ reportando versiones matizadas de los hechos.

Es más factible que un político le mienta a su propia gente o transmita una información a medias o arreglada. Esta semana, La Silla Vacía hizo el gran trabajo de detectar qué tanta verdad había en las afirmaciones de la famosa carta que el Centro Democrático entregó al Congreso de Estados Unidos. Allí concluyó que, de las 27 afirmaciones de la carta, sólo tres son ciertas; las otras eran engañosas, o falsas, o debatibles, o inchequeables, o apresuradas o exageradas. ¿Pero acaso los senadores del país norteamericano van a tragar entero lo que les diga el partido opositor de un país? ¿No tienen ya en su cabeza una versión de los hechos o pueden averiguarla?

Según el profesor John Mearsheimer las mentiras internacionales más peligrosas son aquellas que los líderes les dicen a sus propios ciudadanos. Estas mentiras tienen una tendencia mayor a corromper la vida política y social dentro del país, siendo más dañinas para los de adentro que para los de afuera. Las mentiras del Centro Democrático, que se hacen pasar como mensajes internacionales, tienen entonces un efecto mucho mayor y perjudicial dentro de Colombia que para la diplomacia. Y seguramente los miembros de este partido están al tanto de su propia estrategia comunicativa. Sus mentiras se vuelven además efectivas no sólo porque son provocadoras, sino porque sigue habiendo quienes estamos obsesionados y hacemos eco a todos los pasos del expresidente y sus seguidores, incluso en Semana Santa.

Debemos entonces pensar cómo discutimos estas mentiras enteramente planeadas y dirigidas estratégicamente a los colombianos, que se están volviendo cada vez más frecuentes, y que se hacen pasar como mensajes internacionales o diplomacia paralela. El problema de los “hechos alternativos”, al parecer, está dominando la comunicación política también de nuestros partidos.

 

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