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Por qué no estoy con el Partido Liberal

Andrés Hoyos
23 de febrero de 2011 - 03:00 a. m.

PESE A LA TRADICIÓN LIBERAL DE mi familia, no podría nunca pertenecer al partido que lleva ese apellido en Colombia.

¿Mis razones? Antes que explicarlas, prefiero enumerarlas (orden alfabético por apellido): Saulo Arboleda, Víctor Renán Barco, Kiko Becerra, Álvaro Benedetti, Fernando Botero hijo, Martha Catalina Daniels, Jorge Ramón Elías Nader, Samuel Alberto Escrucería, Gustavo Espinosa, Rodrigo Garavito, Ana García de Petchtalt, Rodolfo González, José Guerra de la Espriella, Armando Holguín Sarria, María Izquierdo, Jaime Lara Arjona, Santander Lopesierra, Jorge Tadeo Lozano, Aníbal Martínez Zuleta, Santiago Medina, Eduardo Mestre, Heyne Mogollón, Hernando Molina, César Pérez García, Evaristo Porras, Mariano Enrique Porras, Jairo Ruiz Medina, Félix Salcedo Baldión, Humberto Salcedo Collante, Ernesto Samper, Alberto Santofimio, Ferney Tapasco, David Turbay, José Félix Turbay, Orlando Vázquez Velásquez, Rodrigo Villamizar, Tiberio Villarreal y Nacho Vives. La lista no es exhaustiva e incluye, de ñapa, a un representante suplente por Antioquia que ocupó, o mejor sería decir que mancilló, una silla en el Capitolio Nacional a nombre del liberalismo: Pablo Escobar Gaviria. Alberto Donadío describió la situación con una frase lapidaria: “No eran ovejas descarriadas. Eran el rebaño”. Si apenas consideramos el sacrificio de Luis Carlos Galán, ahora no sólo se sabe que varios de sus asesinos estaban incrustados en la jerarquía del partido, sino que la mayoría siguió ahí y ocupó después posiciones de privilegio.


Hay algo malsano en el ambiente del otrora imbatible PL colombiano. Pensemos por un instante en Ramón Ballesteros, el antiguo secretario privado de Serpa, un personaje cercano a los altos jerarcas liberales durante más de dos décadas. Quienes conocen este excodirector del partido, profesor del Externado de Colombia —tampoco quisiera estar en los zapatos de Fernando Hinestrosa, el rector de esta universidad emblemática—, hablan de su brillo, de su cultura y de su talante dicharachero y agradable. Las noticias, sin embargo, traen la otra cara de la moneda: un video que lo condujo de la sala de audiencias de la Corte Suprema de Justicia a la cárcel, en el cual aparece sobornando a un testigo. ¿Será que una conducta como la de Ballesteros se considera normal en el Partido Liberal? ¿Y si no es así, por qué se repite tanto?


En materia de tradiciones no sólo cuentan las buenas: las dañinas tienen todavía mayor vigencia. La historia del mundo está llena de partidos políticos que se suicidaron. Piénsese nada más en la Democracia Cristiana italiana, omnipotente hasta que Giulio Andreotti la sepultó. El Proceso 8000 de allá se llamó Mani pulite (Manos limpias). Nadie, que yo sepa, anda con ganas de revivir a la DC en Italia, donde ahora manda una momia prostibularia, amiga de Gadafi.


Me temo, por ende, que los intentos de personas honorables como Rafael Pardo, Simón Gaviria, David Luna, Aníbal Gaviria y Juan Manuel Galán por resucitar al Partido Liberal están condenados al fracaso. Reconstruir un avión accidentado no es buena idea. Éstos quizá vuelen en las películas infantiles, pero en la vida real se estrellan de nuevo ante la primera amenaza de mal tiempo.


Según lo dicho, el centro político está huérfano en Colombia. El Partido Verde tiene la oportunidad de ocuparlo, si bien hasta ahora no ha dado la medida. Ése, sin embargo, es tema para otro día.


andreshoyos@elmalpensante.com @andrewholes

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