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Por una Colombia sin indiferencia y sin hambre

Luis Eduardo Garzón
28 de mayo de 2009 - 02:05 a. m.

A PARTIR DE HOY HE DECIDIDO POner mi nombre a consideración de los colombianos y las colombianas para las elecciones presidenciales de 2010.

Lo hago convencido de que corresponde a la continuidad de Bogotá sin Indiferencia, donde le tapamos muchos huecos al sufrimiento de niños y niñas que encontraron un amortiguador a su pobreza en los restaurantes escolares, en la gratuidad de la educación, en los cincuenta nuevos colegios para el Distrito, en la remodelación y reconstrucción de casi dos centenares más, y en los subsidios para evitar la deserción. Cincuenta y cinco de cada cien pesos del presupuesto del Distrito se invirtieron en la niñez.

Asimismo, queremos irradiar a nivel nacional una Colombia Sin Hambre. Las huertas caseras, la agricultura urbana, los trueques entre departamentos, la red de tenderos, y los comedores comunitarios ya pasaron por Bogotá y demostraron un éxito que ha sido refrendado por tirios y troyanos.

Iremos por un cambio radical en salud. La Ley 100 volvió a la gente cliente antes que paciente. En la capital del país confrontamos esa lógica con el programa Salud a su Hogar, en el que casi un millón de ciudadanos se vieron beneficiados con diagnósticos que previnieron muchas enfermedades y ayudaron significativamente a la reducción de mortalidad. Demostramos que luchar contra la pobreza y construir nuevos hospitales, aulas escolares y jardines infantiles, lejos de ser un gasto es una inversión. El setenta por ciento del presupuesto lo orientamos a las políticas sociales y al cumplimiento de las metas del milenio. Y mucho de ello tuvo que ver con la drástica reducción del desempleo y el fuerte crecimiento de la economía durante el período 2003-2007.

No nos tembló el pulso cuando de tomar decisiones hacia el futuro de Bogotá se trataba. Construimos la Fase dos de Transmilenio y dejamos contratada la tres. Cuadriplicamos el valor de la ETB. Se redujeron las tarifas de agua. La empresa de energía, además de ayudar a los programas sociales de la ciudad, asumió el negocio del gas e hizo importantes inversiones en otros países. Las finanzas de la ciudad se consolidaron, facilitando las posibilidades de empréstitos internacionales. Construimos sobre lo construido, y eso permitió que Bogotá ganara varios puestos en competitividad en América.

No empiezo esta campaña como hubiera querido. Voy por fuera del Polo Democrático Alternativo. Me voy. Seguiré promoviendo al que hizo posible mi llegada a la Alcaldía: el Polo Democrático Independiente. El que converge. El que reconoce la decencia en el manejo de lo público y la promoción por lo sagrada que es la vida de Antanas Mockus, la confianza que inspira Sergio Fajardo, la revolución urbana de Enrique Peñalosa, el carácter de Marta Lucía Ramírez, y el coraje de Gustavo Petro. Además, el que no sólo busca a los liberales para crear frentes ‘anti’ sin reconocer los ‘pros’. El que reconoce que la seguridad democrática redujo los indicadores de secuestro, homicidios y extorsión, pero que al mismo tiempo condena los falsos positivos y el papel tan deplorable del DAS.

 Dejo también esta columna. A diferencia de la dirección del Polo, aquí encontré el respeto absoluto por la diferencia. Gracias a Fidel y a Gonzalo por haberme permitido ser parte de una de las páginas editoriales más democráticas que existe en el país. ¡Ese es el reflejo del país que necesitamos!

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