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Poscapitalismo

Oscar Guardiola-Rivera
22 de julio de 2015 - 03:34 a. m.

La humillación sufrida por el pueblo griego constituye lo que Costas Douzinas ha calificado como el primer golpe posmoderno.

El filósofo griego había advertido meses atrás que dicho golpe era el verdadero objetivo de las “negociaciones” entre el Gobierno griego y la troika, durante un encuentro en el Instituto Birkbeck junto al economista Paul Mason.

Mason había afirmado que uno de los escenarios, tras el triunfo electoral de Syriza a comienzos de este año, sería un golpe comparable al sufrido por Salvador Allende en Chile.

Este había sido el tema de mi último libro, escrito en el contexto de las conversaciones que habíamos venido sosteniendo en Birkbeck junto a Douzinas, Mason y otros.

Tales conversaciones han versado acerca del encuentro entre dos fenómenos que siguen pasando desapercibidos en los medios corrientes: de un lado, el devenir político de las redes de indignados y los sistemas locales de intercambio generados en el sur europeo tras la crisis de 2008. Del otro, el ejemplo de organización política de los movimientos sociales latinoamericanos y su voluntad de transformar el quehacer de los gobiernos.

El caso de Chile interesaba no solo porque permitía una comparación posible con el uso de la economía para humillar a un pueblo disidente y minar su voluntad.

También por el precedente sentado por el llamado Proyecto Cybersyn, que tuvo lugar allí en 1971. Caracterizado en la época como una suerte de Plan Quinquenal computarizado, hoy sabemos que el resultado actual de Cybersyn permitió conectar en red a gente que, aun en situación de subordinación o explotación, compartieron su inteligencia e imaginación con fines emancipatorios.

Cybersyn es uno de los precursores de la red tal como la conocemos hoy. La revista New Yorker calificó este año a Cybersyn como el origen del Big Data, cuyo uso podría transformar por completo el gobierno de las ciudades.

Paul Mason va más allá en su reciente libro. Como muchos de nosotros, se inspira en el llamado Fragmento sobre máquinas, escrito por un Karl Marx desconocido para quienes aún piensan en términos de Guerra Fría.

Allí, el filósofo londinense postuló la posibilidad de crear una “máquina ideal” que podría producir información sin parar ni costo alguno. Una máquina tal haría que el costo de los procesos de reproducción fuese cero.

Hoy vivimos rodeados de ellas.

Podemos imaginar entonces una transición más allá del capitalismo y la humillación financiera. Ello, si somos capaces de imaginar también una transformación del Estado y las leyes comparable a la producción colaborativa cuyos bienes y servicios funcionan solo cuando son gratuitos o comunes.

La inspiración latinoamericana y la griega bien pueden ser la fuente de esa imaginación y esperanza renovadoras.

 

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