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Precaución, ciencia y ambiente

Julio Carrizosa Umaña
07 de abril de 2014 - 04:26 p. m.

Los incendios en el bosque húmedo del Chocó y la sequía en Casanare plantean nuevamente la interrelación entre el principio de precaución y las ciencias ambientales. Ambos casos muestran la necesidad de afrontar la vida diaria en Colombia desde los dos puntos de vista; para sobrevivir en un país tan complejo debemos ser precavidos e instruidos sin despreciar nunca ninguna de estas dos estrategias fundamentales.

Esta recomendación contradice los análisis publicados recientemente en el país que enfrentan el principio de precaución al desarrollo económico y científico. Para los escritores que sustentan este argumento la precaución debilita el emprendimiento y si esa posición hubiera sido dominante la humanidad no contaría con inventos y conocimientos que solo se obtuvieron porque algunos científicos se arriesgaron. Esta forma de ver la realidad tiene raíces en la visión positiva del riesgo, punto fundamental tanto en la izquierda como en la derecha. Los revolucionarios arriesgan su vida y las de otros, los empresarios arriesgan su capital; la historia demuestra que en esos caminos arriesgados solo gana una muy pequeña minoría.

En el caso del Chocó parece que los arriesgados fueron grupos de cazadores de tortugas que aprovecharon tres inusitados meses de sequía y que no pensaron que sus hogueras además de hacer salir animales de sus hábitats podrían ocasionar un gran incendio. Pequeños aportes científicos en sus cursos de primaria es posible que hubieran inducido en ellos principios básicos de precaución, un sistema regional de alarma y control que se hubiera dado cuenta de la disminución de la precipitación podría haber reducido esas prácticas. El desarrollo científico de métodos de zoocría de tortugas podría evitar esos
incidentes.

En el caso de Casanare parecen ser muchos los que se han arriesgado: ganaderos que no cuidaron la vegetación arbórea alrededor de las corrientes y depósitos de agua, agricultores que desperdiciaron el agua y la contaminaron, ingenieros que cegaron con carreteras las corrientes que bajan de la cordillera, propietarios en las laderas que han deforestado sus predios, petroleros que manejan caudales significativos sin un conocimiento suficiente. Funcionarios y conocedores que no evaluaron la situación con suficiente amplitud y profundidad o que habiéndola evaluado no supieron aminorar sus daños.

En general, en los dos casos no ha faltado el talante emprendedor, lo que ha sido insuficiente ha sido la precaución y el conocimiento.

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