Publicidad

¿Primavera en el desierto?

Eduardo Barajas Sandoval
26 de marzo de 2012 - 11:33 p. m.

Cuando una región se riega con armas para arreglar un problema de momento, lo que se está haciendo al mismo tiempo es sembrar el desorden armado del futuro.

Satisfechos los propósitos militares de los extranjeros, que se retiran del campo de batalla tan pronto como han obtenido el resultado que desean, suele quedar libre el escenario para los desempleados de la guerra, lo mismo que para todos los que quieran usar el armamento al servicio de las causas más variadas. Y como nadie se va a devolver a poner orden, el sacrificio de los locales pasa a ser más grande.

La intervención extranjera en Libia, sacando provecho de los impulsos de la primavera árabe, sigue produciendo efectos sobre los cuales en su momento nadie alertó y por los que alguien tiene ahora que responder. Salido Muamar Gadafi del poder, parece haber llegado la hora de los señores de la guerra. El flujo de armas y el desorden de la campaña para desmontar el régimen de Libia han dejado sueltos cabos difíciles de atar. Uno de ellos es el de la campaña de independencia de los Tuareg, que una vez más han visto la ocasión histórica de formar un Estado que adquiriría características atípicas debido a su modelo nomádico de vida y de ocupación del territorio.

Desde octubre de 2011, el Movimiento Nacional de Liberación de Azawad se ha convertido en el abanderado de un nuevo intento por consolidar un Estado que agrupe a los Tuareg, lo mismo que a otros grupos minoritarios, Songhoi, Peul, y tribus árabes, que habitan en el norte de Malí. Su esfuerzo no es nuevo. En realidad compiten con el grupo salafista Ansar Dine, cercano de Al Qaeda, que ocupa ya un segmento territorial en el nordeste del país, cerca de la frontera argelina.

Se supone que la rebelión está inspirada en los mismos argumentos de la primavera árabe y que se nutre de armas y combatientes cesantes de la guerra de Libia, donde muchos Tuareg se ocuparon a lo largo de años en las organizaciones militares de Gadafi, antes de quedar expósitos y obligados de alguna manera a convertirse en “señores de la guerra”, que han hecho de ella un modo de vida ahora al servicio de la eterna causa de la independencia, que les ocupa y al tiempo les da una ilusión.

Los avances de la nueva organización, que trata de centrarse en sus propósitos políticos de autonomía y apartarse de cualquier vinculación con movimientos proscritos internacionalmente como terroristas, parece que son indudables, en cuanto poco a poco van ganando terreno y ocupando nuevos espacios, al punto que han producido un severo impacto en la estabilidad de Malí.

Obligado a librar una guerra que evite la secesión, el ejército de Malí, desde una condición precaria, decidió conformar un Comité Nacional para el Restablecimiento de la Democracia y la Restauración del Estado, que para cumplir con sus propósitos acudió a las vías de hecho y se tomó el poder para dar fin a un régimen al que consideraba incompetente. De paso se les ocurrió abolir la constitución y todas las instituciones precedentes, para quedar libres y dar la batalla por la integridad del país.

Pero el panorama no solo resulta preocupante para Malí. Níger, Argelia, Libia y Burkina Faso alojan poblaciones Tuareg que podrían estar dispuestas a vincularse a la lucha, con lo cual se podría llegar a desconfigurar el orden regional, lo que puede implicar una guerra prolongada de esas que tanto les gustan a ciertos centros de poder y de producción de material bélico que no cesa de producir armas en países que se consideran en público campeones de la paz.

Todo el mundo está advertido. La intervención en el extranjero, como decidieron hacerla en Libia por mucho menos de lo que pasa en Siria, debería ser ejercida conforme a parámetros institucionales que deben implicar responsabilidades no limitadas a la hora de la intervención sino extendidas en forma tal que a la guerra siga la paz y no la multiplicación desordenada de conflictos, que por lo general resultan más sangrientos y perversos que los originales.

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar