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¿Privatizando la calidad?

Moisés Wasserman
31 de marzo de 2011 - 04:59 a. m.

Una de las primeras reacciones al proyecto para una nueva Ley de Educación Superior fue el temor de que pudiera llevar a la privatización de la educación superior pública. No comparto esa opinión.

El primer movimiento estudiantil en el que participé, poco después de haber entrado a la Universidad Nacional de Colombia, tenía como uno de sus fundamentos el rechazo a la privatización. De eso hace 47 años y la universidad todavía es pública y sin duda mucho mejor.

No veo en el proyecto de Ley ni en las posiciones de la ministra y de su equipo de colaboradores una política “privatizadora”. La privatización es un fantasma y con frecuencia los que persiguen fantasmas dejan de ver los problemas reales.

Lo que sí trae el proyecto de ley es un crecimiento basado en la introducción de las instituciones con ánimo de lucro. Eso llevará a una modificación de la proporción entre estudiantes del sistema público y privado a favor del privado, e implicará una competencia fiera por estudiantes y préstamos de Icetex entre las instituciones privadas sin ánimo de lucro y las de ánimo de lucro con desventaja para las primeras, entre las que están las mejores de ese sector.

El temor que me asalta es que se privatice la calidad. El hecho de que los recursos para la educación superior pública no aumenten, le hará perder capacidad para competir por los mejores profesores y para actualizar y modernizar su tecnología y su infraestructura docente, investigativa y de bienestar.

Eso pasó ya con la educación básica y media. Hace 40 años la mayoría de los mejores estudiantes de la UNAL venía de colegios públicos emblemáticos. Hoy esos colegios ni siquiera aparecen en el listado de los 500 mejores del Icfes. Es un hecho absolutamente innegable que quien quiere para sus hijos un colegio excelente debe esforzarse para pagar uno privado, que con muy pocas excepciones será tanto mejor cuanto más caro sea.

El impacto sobre la equidad y la movilidad social de una educación superior de mala calidad es tremendo. En nuestro país muchísimos niños nacen con desventajas competitivas. Estas desventajas se acrecientan en un mal colegio y se afianzan y se vuelven irreversibles en una universidad mediocre.

Como están las cosas hoy, para muchos jóvenes lo único que puede romper este destino es una universidad pública con una calidad igual o superior a la mejor que se pueda comprar, y cuyos egresados no queden en una situación de endeudamiento tal que les impida estudiar un posgrado. Por eso el gran susto en la coyuntura actual no es la privatización de las universidades sino de la calidad.

* Rector UNAL

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