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Proposición 19

Humberto de la Calle
31 de octubre de 2010 - 03:00 a. m.

EL PRÓXIMO MARTES SE DEFINE LA suerte de la llamada Proposición 19, un referéndum en California, la sexta economía del mundo, que abre un proceso de regulación del consumo de marihuana.

La primera reacción del presidente Santos ha sido afortunada. Por un lado, reafirma su compromiso contra las drogas, empeño que promovió y sacó adelante en el seno del Grupo de Tuxtla el martes pasado. Y por otro, con habilidad de jugador de póker, deja ver que si sale avante la Proposición, la política antidrogas comenzará a derrumbarse. La frase clave de Santos es esta: Si gana el Sí, ¿importará California marihuana de sus países vecinos? Encierra, en pocas palabras, todo el patetismo de la situación, la incoherencia de la política norteamericana y la rabia de mesoamérica.

La postura del gobierno central de los Estados Unidos ha sido la de oponerse. Pero California se refugia en sus fueros, se cobija con la bandera del federalismo y, de paso, echa mano de los mecanismos de participación ciudadana. Dígase lo que se quiera, la política norteamericana está ya definitivamente fragmentada. En estas ocasiones límite, las bondades del federalismo, provechosas en lo interno, generan estas rupturas en el marco de las relaciones internacionales. Ha dicho el subsecretario de EE.UU. que seguirá la lucha a nivel federal. Pues seguirá en las selvas de Colombia, pero no, sin duda, en los ubérrimos paisajes de California.

Se agrega a la molestia de los países productores que una de las motivaciones sea de carácter fiscal: como la hacienda pública está en ruinas, resulta atractiva para los votantes la zanahoria de los US$1.300 millones en impuestos. Esto para no mencionar el ahorro de los US$1.200 millones que cuesta perseguir, procesar y encarcelar a consumidores moderados de marihuana. Y el futuro de una industria ya floreciente. Como dijo John Gravois, “California no sólo está decidiendo si la marihuana es legal. Está determinando la forma que tendrá una nueva industria norteamericana pujante” (The closing of the marijuana frontier).

Se ha dicho que los países productores estaremos muy pendientes del resultado de las votaciones el martes. Que de éste depende la estabilidad de la política antidroga. No lo creo así. Pase lo que pase, con sondeos cambiantes pero que muestran un apoyo importante en este estado de 37 millones de habitantes, con peso específico indiscutible, ya ha comenzado inexorablemente el desmantelamiento de esa política. Lo que realmente se define el martes no es la supervivencia de la misma. El dilema es si habrá muerte súbita, en caso de ganar el Sí, o una lenta y vergonzante agonía.

Colombia, como lo ha hecho Santos, debe jugar con calma. Seguir en el combate, pero irse preparando para un nuevo esquema. Colombia no puede salir de primera con la carta de la legalización. Pero hay que pensar, aquí entre nosotros, cómo sería un proceso de descriminalización gradual, con seria regulación estatal y con un esquema volcado al enfoque de salud pública. Hay que preparar la transición porque la criminalidad no va a desaparecer como pompa de jabón. También hay que medir dónde tirar la cerca. Marihuana no es lo mismo que heroína. Pero ante el fracaso de la política actual, es un camino que se debe examinar. A ver si algún día salimos de esta pesadilla.

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