Publicidad

A propósito del trasplante de cabeza

Columna del lector
02 de marzo de 2015 - 12:11 a. m.

Pensando en la noticia publicada el 27 de febrero, según la cual el neurocirujano italiano Sergio Canavero afirma que para 2017 será posible la realización exitosa de un trasplante de cabeza, me surgen algunas dudas de índole jurídica y ética, que tendremos que analizar si las afirmaciones del médico en cuestión son ciertas.

Lo primero que debemos entrar a preguntarnos es: ¿en qué parte del cuerpo vive la personalidad y la individualidad? Únicamente de esta forma podremos explicar, en el caso de un trasplante de cabeza, quién vive y quién muere. La intuición nos lleva a pensar que es en la cabeza donde reside el individuo y, por tanto, es el que tiene la cabeza que sobrevive, el que sigue siendo titular de derechos y deberes.

Pero, si esto es cierto, ¿no se trataría más bien de un trasplante de cuerpo y no uno de cabeza? Por otra parte, todos los atributos que lo describen, el ADN, las huellas dactilares, la contextura física, serían, en su inmensa mayoría, los de un difunto. Esto podría llevar a concluir que el sobreviviente es el dueño del cuerpo, a pesar de que las ideas y actitudes resultantes sean las de una persona técnicamente fallecida.

Las respuestas a estas preguntas tienen repercusiones enormes en el tráfico jurídico y de negocios que tendríamos que entrar a resolver. De la personalidad individual dependen los impuestos, las deudas, las acciones penales, las herencias, las sociedades y los contratos, así como el matrimonio y la paternidad, entre muchas otras actividades de gran relevancia social.

Pero, adicionalmente a esto, tenemos los líos éticos que conlleva una cirugía de este tipo. Definitivamente nos lleva a cuestionarnos cuál es la naturaleza del individuo y si es responsable combinar tantos elementos de dos personas que por naturaleza son separadas, para lograr un híbrido casi indistinguible de ambas individualidades.

Sin lugar a dudas, cuando se planteó por primera vez la posibilidad de trasplantar un corazón, preguntas similares surgieron; y hoy en día muy pocas voces de protesta se alzan en contra de realizar esa clase de trasplantes que salvan miles de vidas al año, que de otra forma
estarían perdidas.

De lo que no me queda duda alguna es que las instituciones jurídicas y éticas tienden a agachar la cabeza y cambiar cuanto sea necesario para permitir la victoria de ese impulso de supervivencia que es natural en los humanos. Con seguridad muchas personas con enfermedades terribles como la enfermedad de Gehrig contemplarían la posibilidad de un trasplante de cabeza como un último salvavidas, y lucharían con ahínco para que este procedimiento sea permisible y viable.

Es esta última realidad la que al final del día va a llevar a que todas las preguntas jurídicas y éticas tengan una respuesta clara, sea esta correcta o incorrecta.

En unos años tendremos una Corte Constitucional que va a tener que decidir si la personalidad y la individualidad residen en el cerebro o en el corazón, y tendremos grandes tratadistas e importantes universidades tomando una posición o la otra. Probablemente, tendremos otras que tratarán a los trasplantados de cabeza como enfermos, o inclusive, como algo distinto que humanos. Tendremos respuestas que van a abrir el espacio para que algunas personas que luchan por su vida salgan ganadoras en esa batalla y puedan seguir comprando, vendiendo, contratando, demandando, criando a sus hijos o cualquier otra actividad que llene sus vidas, bajo un nombre o el otro.
 

Jacques Simhon Rosenbaum
@jacquessimr

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar