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Propuestas cafeteras

Armando Montenegro
24 de junio de 2012 - 01:00 a. m.

La discusión sobre la crisis cafetera se enriqueció con el documento “El mercado mundial del café y su impacto en Colombia”, realizado por los codirectores del Banco de la República Carlos Gustavo Cano y César Vallejo, con la colaboración de un grupo de economistas del Emisor (www.banrep.gov.co/docum/ftp/be_710.pdf).

Los autores dedican buena parte de su trabajo a analizar la dramática pérdida de participación de Colombia en el mercado mundial y la notable recomposición de la producción de café en las distintas regiones del país en las dos últimas décadas. Analizan el impacto de factores como los altos costos del trabajo, la baja productividad, la escasa educación y el envejecimiento de los cafeteros. Pero su mirada crítica se concentra en las instituciones cafeteras, en especial, su inflexibilidad ante el cambiante mercado internacional.

Su mensaje central es claro: “Entre los países más importantes de la caficultura mundial, Colombia es el que menos éxito ha tenido en aprovechar las oportunidades y sortear los riesgos del mercado libre. Este desaprovechamiento de las ventajas que tiene el mercado libre está asociado al arreglo institucional existente en el gremio, …, cuya excesiva regulación del mercado cafetero y manejo de la política comercial ha conducido a la pérdida significativa de participación y las exportaciones”.

Los autores presentan, de acuerdo con este diagnóstico, varias propuestas dirigidas a solucionar los problemas existentes.

En su concepto, en primer lugar, es necesario liberar el mercado cafetero. Al eliminarse sus funciones de regulación de la comercialización, “la Federación podría evitar el conflicto de intereses al que se ve sometida cuando ejerce la función reguladora y a la vez participa directamente en el mercado”.

Uno de los beneficios de la desregulación del mercado sería que los agricultores del país y del exterior podrían, con libertad, producir variedades de café robusta en las amplias extensiones de la zona oriental, haciendo uso de las tecnologías que tanto éxito han tenido en Brasil.

Los recursos parafiscales de la Federación deberían concentrarse exclusivamente en la investigación y difusión tecnológica para mejorar la producción y transformación del café. Un gran esfuerzo en esta materia apuntaría directamente al propósito de elevar la menguada productividad del grano en el país.

En forma paralela, las inversiones en la construcción de vías terciarias, electrificación, servicios domiciliarios, educación y salud deberían ser realizadas exclusivamente por el Estado con recursos presupuestales. “La Federación no debe sustituir a las entidades gubernamentales en esa labor, como lo hacía en el pasado”.

Los autores señalan, además, que ya no tiene sentido que se mantenga el anacronismo de que varios miembros del alto gobierno hagan parte del Comité Nacional de Cafeteros. Proponen que la relación del Gobierno con la Federación sea semejante a la que tiene con cualquier otro gremio importante del país.

Con estas reformas, los autores parecen visualizar una caficultura colombiana dinámica e incluyente, muy distinta a la de hoy y a la de ayer, en buena parte localizada en las regiones que antes eran marginales, animada por nuevos actores, más joven y cercana a los consumidores y los mercados, preparada, por fin, para resolver las necesidades económicas de los caficultores.

 

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