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Proselitismo en la secundaria

Klaus Ziegler
29 de agosto de 2012 - 11:00 p. m.

Los ideólogos saben que su capital más preciado está en la juventud, pues es justo durante ese período crítico de la vida cuando es posible "troquelar" una mente.

El virus de las ideologías fanáticas hace sus mayores estragos a temprana edad, cuando el cerebro es maleable y el “antivirus” de la razón aún no ha desarrollado sus escudos.

Un buen porcentaje de la educación primaria y secundaria en Colombia está todavía en manos de curas y monjas. El proselitismo religioso es asunto cotidiano, lo cual se considera normal, siempre y cuando el adoctrinamiento se haga dentro de la fe católica. La opinión de altos jerarcas de la Iglesia se equipara con el concepto de los especialistas, sin importar la naturaleza del tema, mientras que el Procurador desempeña su oficio crucifijo en mano como si la Carta Política de 1886 estuviese vigente.

Menos habituados están los colombianos a ver proselitismo político en los colegios. Es por esta razón que las recientes intervenciones del expresidente Uribe en varios planteles educativos de élite han despertado indignación entre quienes consideran que estos sitios no son lugares apropiados para esta clase de discursos.

Aunque el tema es complejo, hay que comenzar por reconocer el derecho a la libre expresión. Las directivas y los padres de familia pueden invitar a quienes les venga en gana, y Uribe tiene pleno derecho a hablar de liderazgo, lo que, se supone, es el tema de sus charlas, o a echarse su acostumbrado discurso de Consejo Comunal, de poncho y sombrero, si así lo desea, como en los viejos tiempos de gloria. Según me han dicho, la asistencia es voluntaria y las charlas se llevan a cabo en horarios extracurriculares de tal manera que cada quien es libre de asistir. No obstante las circunstancias, comparto la opinión de quienes consideran esta clase de intervenciones poco apropiadas y de pésimo gusto.

En primer lugar, la agenda política de Uribe no es secreto para nadie. Hablar en términos generales de liderazgo sin hacer alusión a su propia figura o a su propio gobierno como referente resulta imposible para alguien que se percibe a sí mismo como un salvador mesiánico. Obviamente, es la figura particular del exmandatario la que se pretende exaltar ante los ojos de los jóvenes, no la de un líder en abstracto. Dudo que una conferencia sobre “liderazgo y estrategias de negociación”, pero a cargo de Piedad Córdoba, despertara el mismo entusiasmo, las mismas ovaciones y los mismos aplausos. Debo advertir que igualmente inapropiada me parecería una charla suya o de cualquier otro activista político.

En segundo lugar, si se trata de hablar sobre liderazgo, detengámonos entonces a mirar la autoridad moral del expositor. Ocho años estuvo el país bajo su mando mientras prosperaba a sus anchas la corrupción, se hacía espionaje a los opositores, se desfalcaba el sistema de salud y se fraguaban alianzas entre criminales y hombres de su mayor confianza. La responsabilidad no desaparece evocando las palabras mágicas “yo nunca me enteré de nada”. Los dirigentes también son responsables por imprevisión, impericia o imprudencia, como explica Héctor Riveros en un excelente artículo en “La Silla Vacía”.

Para solo mencionar escándalos recientes, las declaraciones de Santoyo comprometerían a Uribe con aquello que los juristas denominan culpas de “in eligendo” e “in vigilando”, pues como se señala en ese mismo artículo, “las acciones ilegales del general retirado eran vox populi desde hace diez años, y ya varios senadores lo habían advertido desde el momento en que se le ascendió a general de la república”. Y en el caso de Rito Alejo del Río, la actuación de Uribe sería inexcusable, pues “a pesar de las múltiples denuncias, no solamente no supo de los hechos cometidos por Del Río, sino que le parecieron dignos de homenaje”. Como escribí alguna vez, si en verdad todo ocurrió a sus espaldas, pero en sus narices, entonces estaríamos ante un líder incompetente como pocos.

Un dirigente digno de admiración, además de facultades de mando y control, debe mostrar buena lógica, altura en las discusiones, respeto y tolerancia hacia sus contradictores. Para dar un ejemplo, no es fácil imaginar a Angela Merkel amenazando con “romperle la cara” a uno de sus subalternos, ni tildando a los magistrados de las altas cortes de “aliados del terrorismo”, ni estigmatizando sin distinciones a cualquiera que se atreva a criticarla. Uribe no es precisamente ejemplo de sensatez cuando descalifica al sistema judicial con el argumento peregrino de un supuesto complot criminal en su contra (un pretexto ridículo para cualquiera medianamente informado), solo porque la justicia decide, con sobradas razones, investigar a sus más íntimos amigos y colaboradores.

Sin importar que el invitado sea Uribe, los colegios no son lugares apropiados para demagogias, ni para proselitismos políticos, ni religiosos, ni para la propagación de ideologías, sin importar de dónde provengan. No hay nada malo en que los planteles educativos promuevan el desarrollo de una consciencia política entre los estudiantes, siempre y cuando ello se haga dentro de un escenario pluralista, uno donde se pueda escuchar una opinión y la contraria. De hecho, están en obligación de darle cabida a distintas opiniones, de fomentar la tolerancia, de promover el ejercicio de la argumentación a través de debates, si se desea, entre un expresidente y cualquiera de sus opositores, o igualmente entre un biólogo y un creacionista, entre un astrólogo y un astrónomo, entre un católico y un ateo…

La Unión Astronómica Internacional ha mantenido la venerable costumbre de impedir que a los cuerpos celestes se los llame con nombres de líderes militares, políticos o religiosos. En esa misma tradición, sería deseable que fueran otros los personajes dignos de ser invitados y presentados como modelos para la juventud: los humanistas, los científicos, los escritores, los artistas, todos esos individuos que han contribuido a convertir este mundo en un lugar mejor.  

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