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A punta de bala no se arreglan las cosas

Enrique Aparicio
28 de septiembre de 2014 - 03:00 a. m.

La redistribución del ingreso con metralleta y un mejor standard de vida con fusil, NO funciona. Está comprobado, la historia lo ha dicho con todas sus letras. La Segunda Guerra Mundial dejó más de 50 millones de muertos pero para conseguir la paz no duraron 40 o 50 años.

Recibí una  invitación para asistir a una ceremonia celebrada el 19 de septiembre pasado en la ciudad de Arnhem, Holanda, a unos 30 kilómetros de Alemania, que me dejó ese impacto de tristeza por la locura que llevamos los seres humanos inyectada en nuestras mentes.  El evento conmemoró un fatídico 17 de septiembre de 1944,  hace 70 años,  en que jóvenes soldados ingleses y polacos, paracaidistas, cayeron como patos, cazados a manos de la división de tanques Panzer SS del ejército alemán,  que los esperaba al acecho.  Por un error garrafal de los aliados, quienes desatendieron información de la resistencia, soldados muy jóvenes dieron su vida en vano.  El plan de los aliados, organizado por el estado mayor del general Montgomery, cayó en  la trampa.  El objetivo era la captura de un puente, que luego dio origen a la película “Un puente demasiado lejos”,  sitio vital para para invadir a Alemania desde el sur – oeste cruzando el rio  y  liberar a Holanda.   Una enorme derrota para los aliados. 

A raíz de esta invasión fallida, los alemanes decidieron sacar a toda la población de Arnhem, unos 95000 holandeses,  para que se largaran a donde fuera sin mayor comida ni abrigo.   Acto seguido procedieron a  aplanar  la  ciudad o sea dejarla en escombros totalmente, con algunas casitas aquí y allá.

La ceremonia comenzó con el ofrecimiento de coronas  por las diferentes delegaciones que asistieron al monumento de los caídos en esta batalla.  La alcaldía de la ciudad, en señal del reconocimiento al valor de los soldados muertos, invitó a 70 veteranos ingleses y 13 polacos que participaron en la batalla cuando tenían 18 años o un poco más.  Hoy tendrán más de  88.   La ciudad se volcó para atenderlos, desfilaron al son de una banda de gaiteros con gran marcialidad.  Unos en silla de ruedas, otros con familiares que los ayudaban a caminar y algunos pocos con una agilidad  sorprendente.  Se pronunciaron discursos del alcalde y otros dignatarios.  Ver a todo el mundo saludar y dar animo a estos héroes, fue un ejercicio de historia y enseñanza para las generaciones jóvenes. 

Luego del desfile, nos acomodaron en  la cubierta de un inmenso barco en el rio Rin, donde la prensa tenía un  lugar de privilegio para ver el resto de la ceremonia.  Ya había oscurecido, una orquesta espectacular en una balsa, tocaba canciones para hacer fondo a los diferentes actos.

De pronto todo quedó en silencio.  Sonaron las sirenas de esa época que anunciaban los bombardeos para que las familias se fueran a los refugios – en caso de interés ver youtube que hice https://www.youtube.com/watch?v=bRX085BNlv0  -   Se me heló la sangre.  Me sentí corriendo para un refugio con mis hijos pequeños a esperar lo peor.  La guerra continuó por seis meses más, hasta mayo de 1945.  Los vecinos – Alemania - dejaban un rastro de sangre y odio.  

En el periodo siguiente a la rendición no se hicieron planes al estilo “Si no haces esto,  te voy a dar bala”.   Los principales países comenzaron a trabajar en un programa  que evitara futuras guerras.  

El genio del Ministro de Relaciones Exteriores  francés, 1948-1952, Robert Schuman,  dio un paso adelante: la producción de carbón y acero se pondría en manos de una autoridad compartida por los países que formarían la llamada  Comunidad Europea del Carbón y del Acero.  La lógica: las materias primas para hacer la guerra estarían bajo el control de 6 naciones: Alemania, Francia, Italia, Bélgica, Luxemburgo y los Países Bajos.  Grandes estadistas de estos países, comenzando por Alemania aprobaron la idea y así se construyó el  pilar de lo que es hoy la Unión Europea.    

Fue el paso práctico para que sus participantes en el proceso de paz no se enredaran en grandilocuentes discursos.  Trabajarían  juntos  en metas  reales con efectos inmediatos.   En otras palabras hubo un objetivo concreto. Si se quería una paz duradera se tendría que trabajar hombro a hombro.  La paz fue una consecuencia de hechos prácticos, que entrelazaban a los beligerantes.  Puesto en forma muy simple: si la paz en Europa hubiera sido “yo prometo esto y tu esto,  vamos a ver cómo nos va, tal y pascual”, nunca hubiera tenido lugar.

Las heridas emocionales se fueron cerrando poco a poco, pero antes había que trabajar en forma conjunta. La paz entre los miembros de la unión es duradera, pero no porque todos son unos buenazos, hermanitas de la caridad, sino por el gran entrelace de intereses económicos y ahora políticos.  

 

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