¿Qué diría Garzón en Twitter?

Columna del lector
24 de julio de 2017 - 02:00 a. m.

Por Luisa Díaz

Lamentables los trinos de políticos, periodistas y personas del común durante este fin de semana. A los colombianos nos queda difícil mantener la ecuanimidad y reconocer las bondades o desaciertos de un candidato o político. Parece que la pasión está siempre por encima de la razón y nos encanta la polarización. Me duele Colombia profundamente, al punto de sentir la necesidad de querer irme cada vez que leo un nuevo escándalo de corrupción. No sé si han salido a relucir más o ahora sí los escuchamos porque los fusiles se han silenciado.

Respeto la historia y la trayectoria de importantes políticos y comunicadores de este país, pero el reciente episodio en Twitter no tiene justificación. No puedo como ciudadana solidarizarme con ninguno de los involucrados. Todo lo que escriben Vladdo, Uribe, Samper Ospina, Matador, Félix, entre otros, es absolutamente desobligante, falaz, mezquino. ¿Cuál paz? ¿De qué hablan?

Ninguno puede argumentar respeto o altura, hace rato los perdieron. Atacan sin compasión. Algunos periodistas saben que influencian público y que tienen poder porque tienen voz y en vez de utilizarla para informar, la utilizan para manifestar su animadversión frente a Uribe y sus seguidores de manera infame desde hace tiempo: uribestias, fanáticos, brutos y, aun así, esperan que quienes simpatizan con el expresidente no cierren un círculo a su alrededor con la necesidad de protegerlo, incluso en sus caídas.

Uribe se equivocó, es un hecho. Quienes estábamos contextualizados con la columna que escribió Daniel Samper sobre Paloma Valencia y su hija, sabíamos a qué se refería, pero quien no conocía la historia podría interpretarlo de cualquier modo. Daniel se equivocó en su columna y se equivoca en sus ataques constantes. Vladdo se equivoca en su hashtag #ElCínico. Y se equivocan por ser figuras públicas, por ser influenciadores todos, porque generan controversia y división. ¿Es esa la función primaria de un político o periodista? No creo. Llevamos más de 50 años en guerra, se asoma por el horizonte la posibilidad de empezar a vivir sin miedo y ustedes líderes de opinión, solo se enfocan en atacar y dividir. Infame con este pueblo que ha sufrido tanto.

No creo que sea difícil entender que para todo sistema democrático es sana la oposición y que la libertad de prensa es la garantía de una sociedad y como tal debe estar enfocada en informar con objetividad. No se vale ampararse en un trino o en una columna de opinión para destruir a quienes tienen una posición política diferente. ¿Se acusan de delitos? Para eso están las instancias judiciales, que no tienen por qué ser públicas, salvo cuando haya una sentencia. De lo contrario pasarán años acusándose mutuamente de paramilitares, chavistas, de injuria y calumnia, pero del Twitter a la denuncia y a las pruebas hay un largo trecho.

Los uribistas, santistas, petristas y demás “istas” tienen el legítimo derecho a serlo y ser respetados por eso. Parece ser que ahora los uribistas deben sentirse como hace unos años la comunidad LGTBI: relegados, sindicados, estigmatizados. No estoy de acuerdo, creo que dentro del caudal político del expresidente Uribe hay colombianos de todas las condiciones como cualquier otro político. Lo que pasa es que un sector de la prensa lo ataca tanto, que lo único que logran es que sus seguidores se solidaricen y se genere en redes un nivel de violencia y agravios sin precedentes entre ambos bandos, como si alguno fuera dueño de la verdad y la moral. Ojalá exista entre Álvaro Uribe y Daniel Samper un alto al fuego y sus mensajes construyan.

Lo único rescatable de este episodio es que quedó en evidencia que lo que venía pasando era una bomba de tiempo, que el debate no puede darse así, que es nocivo para todos, que nadie gana y que queda muy mal quien decida continuar con este estilo similar al de Maduro.

Hoy recuerdo más que nunca a Dioselina Tibaná, Nestor Elí, Inti de la Oz, Godofredo Cínico Caspa, Quemando Central, John Lenin y el inolvidable Heriberto de la Calle. Era un plan obligado los domingos ver a Garzón y reírnos de la sátira y cuestionarnos con el humor. Hablaba de todos y contra todos, pero lo hacía con clase, con altura, con ánimo constructivo.

Leía a Daniel Samper Pizano, leo y veo a Daniel Samper Ospina, leo a Vladdo, amo a Aleida, pero extraño el humor y la sátira de Garzón, porque si bien era contra el establecimiento, no nos dividía.

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