Qué pena

Existen detalles bastante malucos que afean el fútbol en general. Por ejemplo, la presencia de Diego Maradona, quien fue un gran jugador pero da pena al verlo en estos estertores de su presente.

O no se resigna a formar parte de la historia o considera que cometiendo actos de mala educación se mantiene vigente. Porque acordarse de él como jugador en sus mejores días sería suficiente para sostener aprecio a su calidad.

Los gestos que, dicen, cometió en Bogotá, en una invitación para animar la paz, desdicen mucho de su calidad como ser humano. Nadie debe llamarse a engaños, puesto que sus antecedentes de malos comportamientos fuera del campo son bien conocidos. Lo triste está en que sigamos animando este tipo de juegos. Menos mal no hubo necesidad de pagar boleta. La última visita de Lionel Messi a Bogotá resultó, con el pasar de los días, un enredo económico, con empresarios investigados ahora.

Dicho bien claro, las autoridades no deben fomentar estos espectáculos circenses, por no decir de estafa. No solamente ocurre en nuestro medio. En Inglaterra otra “joya”, Mario Balotelli, está solicitando 14 millones de euros al Liverpool para irse. No juega, no aporta, y cayeron en la trampa los ingleses. No era tanto futbolista como se decía. Juega cuando quiere o le da la gana. En el fondo es otra estafa disfrazada por el marketing actual, que consigue dirigentes incautos.

Qué pesar, finalmente, me provoca ver cómo aparecen y desaparecen los técnicos en el fútbol profesional colombiano. ¿Qué pasará con Flabio Torres, Wilson Gutiérrez, Alberto Suárez, Álvaro Gómez, Leonel Álvarez o Alexis García, por mencionar sólo unos?

¿Saben o no? ¿Conocen su profesión a fondo? ¿Tienen espíritu de bomberos? La suya es una profesión manoseada constantemente por los dirigentes, que invocan casi siempre malos resultados, tan pasajeros como los buenos resultados. ¿Volverán a dirigir o seguirán apareciendo técnicos de escaso recorrido o que llegan porque están en las divisiones menores?