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¿Qué se siente vivir dentro de un régimen monárquico?

Enrique Aparicio
28 de junio de 2015 - 02:00 a. m.

Mucha gente se habrá preguntado qué sentiría si hubiera un rey en Venezuela o en Colombia o en Perú.

No quiero imaginarme cuál hubiera sido la reacción de digamos algo así como: el rey de Venezuela visitará a Colombia.

La madurez política de los holandeses se mide por tener una visión clara del papel que juega la monarquía. Son seres que critican y exigen. El caso actual del rey Guillermo-Alejandro y su esposa Máxima ha fortalecido aún más la continuidad de la institución por una circunstancia básica: la cercanía de los monarcas a su pueblo. Es posible que se hayan cometido errores pero nunca han abandonado al ciudadano. Esa es la fuerza enorme de la corona. Al contrario de otras monarquías, Holanda conserva los detalles de comunicación con su gente: se les ve en todo tipo de eventos, hasta los más simples. La actual reina es un arma secreta de las relaciones públicas. Siempre con una sonrisa amable, un don de gentes muy especial. Me atrevería a decir que Guillermo-Alejandro, el rey, tiene en su reina la mejor de las compañeras. Y así lo ven los holandeses.

La monarquía tiene su principal raíz en Guillermo el Silencioso, príncipe de Orange, educado en la corte de Felipe II. La semilla que levantó la ira de los holandeses en contra del imperio español comenzó por lo de siempre: billete y religión. El reciclado rey Felipe II, hijo de Carlos V, decidió imponer tasas más altas de impuestos y el exterminio, hasta donde fuera posible, de los seguidores de la religión protestante. Guillermo se consagró como líder.

Sacarle más dinero a este pueblo trabajador, comerciante y centavero no iba a ser fácil. Y si le añadimos que la reforma de la religión –el protestantismo-, como reacción a la venta de indulgencias de una iglesia católica ávida de flujo de caja, tomó gran fuerza en Holanda, la fórmula para buscar la independencia del yugo español quedó clara. La línea del tiempo iniciada con Guillermo -nació en 1533- nos lleva a múltiples batallas en contra del imperio español y su inseparable inquisición, encargada de quemar gente de bien y líderes de los Países Bajos.

Uno de los grandes momentos que le dieron la dirección histórica a lo que hoy es Holanda fue el sitio de la ciudad de Leiden. En la actualidad una ciudad estudiantil, llena de vida, donde se erigió la primera universidad del reino. Un legado de Guillermo el Silencioso quien autorizó que fuera Leiden la encargada de crear una universidad debido a la valentía que sus ciudadanos mostraron cuando el ejército del Duque de Alba quiso invadirla.

Guillermo de Orange terminó asesinado por un francés. Las malas leguas cuentan que fue un sicario dispuesto a cobrar las 25.000 coronas ofrecidas por el rey español, quien le disparó 3 tiros. Uno fatal, los otros dos se enterraron en la pared. Si alguna vez va a la ciudad de Delft encontrará los hoyos que dejaron en la pared –ver you tube-.

Volviendo a estos tiempos, el rey Guillermo-Alejandro estudió en esta universidad de Leiden así como su madre, la reina Beatriz. Con obvias diferencias en el tiempo, ambos vivieron como estudiantes en casas al pie de un canal especialmente lindo. El canal del Rapenburg a pocos metros de la universidad.

¿Qué se siente vivir dentro de un régimen como el actual? Es cierto que el poder político del rey es muy, pero muy limitado y es más protocolario que cualquier otra cosa, pero la imagen de Holanda, como la de cualquier país, es tan importante o más que la política cuando se trata de las relaciones internaciones. Y en ese sentido los miembros de la corona actual cumplen con lo que espera de ellos este pueblo inteligente, organizado y meticuloso.

El you tube muestra parte de la los edificios de esta gran universidad y del canal del Rapenburg. 

Le deseo un domingo muy amable.


Enrique Aparicio Smith – junio 2015
 

 

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