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¿Qué tanto bien nos hace el vino?

Hugo Sabogal
04 de agosto de 2012 - 11:00 p. m.

Revelaciones sobre esta bebida que está conquistando adeptos, pero también tiene escépticos que hacen múltiples cuestionamientos.

Hay ocasiones en que familiares, amigos y aficionados curiosos me bombardean con preguntas sobre este inagotable mundo del vino. Casi siempre tengo la respuesta a flor de labio. Otras veces debo pensar, consultar y hasta preguntar a mentes y paladares más sabios.

Un caso reciente fue el de un excompañero de colegio, quien resuelto a transitar por caminos aislados durante varios años, decidió alejarse de la vida social urbana para explorar la ruralidad latinoamericana. Su vida adusta lo llevó a alimentarse con recetas e ingredientes ancestrales. Las acompañaba con jugos de frutas exóticas o, simplemente, con agua natural o refrescos. El vino, simple y llanamente, no existió durante sus años de trotamundo. Radioescucha empedernido, siguió de lejos las tendencias de estilo de vida de las grandes urbes, como el ascenso de dicha bebida en el día a día de miles de personas. Pero sólo fue cuando regresó a Bogotá que pudo notar las dimensiones del fenómeno. Impotente ante lo que veía, se declaró atosigado y confundido.
Con la cristalina ingenuidad de un niño me preguntó, cuando nos reencontramos: “¿Qué es esto del vino?” Y recordó que, en su casa, apenas se ofrecía en ocasiones especiales, como cumpleaños, bodas o bautizos. “Ahora se bebe a propósito de nada”, me comentó. “Y a veces noto que la gente está dispuesta a pagar más por una botella que por un plato de comida. ¡Es una cosa de locos! ¿Cuál es su hechizo? ¿Qué tanto bien nos hace tomarlo?”.

No quise responderle por salir del paso y le dije que unos cuatro años atrás había caído a mis manos un libro escrito por el periodista chileno Miro Popic —residente en Caracas por más de 30 años—, con quien viajé alguna vez a los viñedos del sur del continente. En una noche patagónica, Miro me confesó que muchas veces enfrentó situaciones similares y que por eso había escrito su Manual del vino en el estilo de pregunta y respuesta, para explicar, justamente, todo aquello que alguien pudiera preguntarse sobre la bebida. O bueno, casi todo.

Escudriñé mi biblioteca en busca del ejemplar y, para fortuna de mi amigo, lo encontré en un lugar seguro. Comencé a apoyarme, entonces, en este acertado manual, escrito con clara prosa. Como sé que muchas otras personas se habrán hecho cuestionamientos similares, compartiré con ustedes algunas de sus revelaciones.

—“El vino es, principalmente, placer. Contiene elementos de cultura, hedonismo, prestigio, participación, convivencia y es, esencialmente, un factor de vida… Ha estado ligado a la historia del hombre desde su nacimiento y lo ha acompañado en sus momentos de debilidad y grandeza, acercándolo a los dioses. Por eso los poetas se han preguntado: ‘¿qué es la vida sin el vino?’…”.

—“Decía Hipócrates: ‘el vino es una excelente medicina, tanto para el hombre sano como para el hombre enfermo, siempre que se tome en el momento adecuado y con el debido sentido común’…”.

—“Lo recomendable es beber vino con las comidas, ya que el cuerpo absorbe más lentamente el alcohol con el estómago lleno que con el estómago vacío…”.
—“La absorción de alcohol del organismo depende del estado de salud, de nutrición, de peso y de sexo del individuo”.

—“Los cinco mandamientos del vino son: ¿Qué vino beber? Vino tinto, porque es rico en taninos que, a su vez, son antioxidantes. ¿Por qué? Por placer y por salud. ¿Cuándo? Sólo durante las comidas. ¿Cómo? Muy lentamente. ¿Cuánto? Una copa, las mujeres, y dos, los hombres…”

—“De las bebidas alcohólicas el vino es la menos peligrosa. Las zonas vitivinícolas, donde el consumo es mayor, registran el menor índice de alcoholismo. Con razón el presidente estadounidense Thomas Jefferson decía que ‘donde se consume vino, hay menos borrachos’…”.

—“El vino es tan antiguo como el hombre y desde su descubrimiento, seguramente casual, ha sido apreciado por sus propiedades terapéuticas, por sus bondades alimenticias y por sus virtudes en la curación de los males del alma. El vino figura en los primeros textos de la medicina tradicional como ‘desinfectante, somnífero y tónico para la mente y el cuerpo, antídoto para la pena y la fatiga, productor de hambre, moderador de la digestión y creador de felicidad’…”.

—“¿Cuál es el mejor vino? El que a usted más le guste. Toda apreciación es subjetiva y más allá de las características técnicas, lo más importante es que a usted le agrade. El vino que más nos guste será siempre el mejor. Hasta la próxima copa”. 

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