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Quién espía a quién...

Aura Lucía Mera
24 de junio de 2013 - 10:02 p. m.

Esto del espionaje ya raya en lo absurdo; casi para comedia, entremés o pantomima de circo...

Estados Unidos espía al que le da la gana, pero a su turno acusa de espionaje al que destapa el espionaje, y lo persigue... Assange sigue en su buhardilla oscura de la embajada de Ecuador en Londres, acusado a su turno de espiar los espionajes de otros países...

Está bien espiar, siempre que no lo espíen a uno: parecería que fuera la ley del embudo... O dicho de otra manera: está permitido meterse en la vida de todo el mundo, siempre y cuando no se sepa.

Todos los países espían. Desde la serpiente que espió a Eva y en un descuido de Adán, bonachón y bajito de punto, la convenció de hacer lo que sabemos... Caín espió a Abel hasta que lo emboscó para darle con la quijada del burro. El dios de la Biblia mandó ángeles buenos a espiar a Sodoma y Gomorra y cuando le contaron que todos los habitantes sin excepción estaban dedicados a la perdición, les mandó plagas, fuego, castigos y destrucción. Espía el marido que se siente cornudo, paga detectives, o inventa un viaje para volver a su casa intempestivamente a ver si agarra a su mujer en brazos de alguien más divertido, para zurrarla o matarla.

Espía la mujer celosa al marido, y cuando éste llega a la madrugada le huele la camisa, los interiores, y comprueba si los zapatos están rayados en redondo para saber si ha bailado...

Nos espían los semáforos cuando nos pasamos en amarillo o rojo. Nos espían cámaras escondidas cuando entramos a un almacén. Nos espían otros artefactos cuando nos acercamos a un puesto de policía o batallón. Nos espían en los aeropuertos a ver si estamos nerviosos, bostezamos mucho, miramos el reloj a cada rato o nos metemos en algún baño a fumar.

Nos espían y ultrajan en las inmigraciones, de EE.UU. u otras, quitándonos casi los calzones y tocándonos donde no les permitimos ni a los de confianza. Metiéndonos los dedos entre los zapatos, oliendo el cinturón y apretando los gorditos de grasa de la cintura para ver si los hemos rellenado con otra sustancia que no sea chicharrón.

Ahora el gran escándalo es porque el espionaje globalizado se ha globalizado demasiado, como si entre países no hubieran existido, desde siempre, espías, contraespías, espías falsos. Espías verdaderos, espías inteligentes, espías idiotas y lenguones. En fin.

Lo único que sugiero es lo que afirma el refrán: “el que nada debe... nada teme...”. Y “si no quieres que se sepa, no lo hagas”.

 

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