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Quintero

Iván Mejía Álvarez
04 de febrero de 2013 - 09:21 p. m.

No es cuestión de endiosarlo, pero sí de reconocerle a Juan Fernando Quintero que su fútbol es, como dice Alexis, delicioso, sutil, fino.

Alguna vez Francisco Maturana utilizó un calificativo para referirse a Giovanny Hernández al decir que era el “perfume” de la selección. Y ahora, aplicando analogía en tiempo y espacio, lo mismo podría afirmarse del zurdito antioqueño, sin duda el mejor jugador del Campeonato Sudamericano cumplido en Mendoza.

Hacía mucho rato que no se veía a un joven con tanto talento y tanta magia en sus botines. Alguno dirá que James Rodríguez, y hasta razón tiene, pero sus posiciones son diferentes, su funcionamiento es otra cosa. James es más extremo, más de llegar en diagonal de la punta al medio, mientras que Quintero es libre en tres cuartos de cancha.

Como todos los buenos armadores, a Quintero le falta la continuidad del overol y el fragor de la batalla, pero cuando tiene ese cuero en su botín zurdo puede inventar pases medidos, quirúrgicos, o puede ensayar ese remate violento en media distancia. Marcó un golazo de tiro libre con una singular parábola subiendo y bajando la bola; marcó dos de media distancia. Cuando logra acomodar e impactar, es una joya. Pie pequeño, remate potente, como los buenos pateadores.

En una selección con escaso bagaje individual y a la que el técnico deberá repotenciar con cuatro o cinco jugadores de cara al Mundial de Turquía, el equipo tiene que construirse alrededor de Juan Fernando Quintero. Mientras que otros, como Perea, llegaron llenos de fama y predestinados a ser las grandes figuras, pero terminaron haciendo un papel mediocre, Quintero corroboró sus condiciones y le dio la razón a Pékerman, quien lo llamó a la selección de mayores, siendo suplente del Nacional, y poniéndolo en lista de espera como el potencial volante de armado para el futuro, incluido Brasil, donde tendrá 22 años y podrá ser una gran carta.

Es bueno que se encuentre ya jugando en un fútbol táctico, metódico, disciplinado y duro como el italiano. Le hará madurar, sentir la pierna, conocer los rígidos marcajes, aprender de la patada traicionera y cuidarse de los lujos innecesarios, algo en lo que, debido a sus grandes condiciones técnicas, suele caer el chico Quintero.

Quintero y James son dos auténticos regalos para este fútbol colombiano. Jóvenes y pletóricos en talento. Vale la pena quitarse el sombrero y decir, como los franceses ante un descubrimiento como este, “chapeau!”...

 

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