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Realidad y mito

Augusto Trujillo Muñoz
26 de junio de 2015 - 05:09 a. m.

La Carta Magna es un documento al cual los ingleses le atribuyen virtudes que no tuvo.

En virtud de esa ‘historia oficial’, la Carta Magna aparece como un aporte a lo que hoy se conoce como democracia liberal. Nada más alejado de la realidad. Aquella Carta fue un documento típicamente medieval, más preocupado por proteger la sucesión hereditaria de los feudos que por defender los derechos de los súbditos ingleses.

Uno de los más célebres decanos de Harvard, Erwin Griswold, quien también fue procurador de los Estados Unidos en los gobiernos de Lyndon Johnson y Richard Nixon, escribió que “quien quiera que haya leído la Carta Magna se habrá quedado sorprendido de lo poco que encontró allí”.

En efecto, la Carta Magna inglesa es una mescolanza de disposiciones que no trae ninguna innovación política de proyecciones históricas. Ciertamente consagra normas sobre lo que hoy llamamos debido proceso, pero tal consagración aparece también en otros documentos. Dos juristas de la época Francis Bacon y Edward Coke, polemizaron sobre el alcance del poder real para juzgar a los súbditos. No hay mucho más.

En cambio la Carta Magna leonesa, otorgada en 1188, integra a la Curia regia o Cámara del rey, a voceros de las gentes del común y de las villas y ciudades del reino de León. Semejante suceso se produjo casi 30 años antes de la carta magna inglesa y demuestra que el principio político de la representación es de origen ibérico.

Tengo entendido que la Unesco reconoció a las Cortes de León como la cuna del parlamentarismo, al declarar que aquella Carta contiene la referencia más antigua que se conozca, sobre el sistema parlamentario europeo. Se trata de un modelo de gobierno y de administración original en el marco de las instituciones españolas medievales, en las que “la plebe participa, por primer vez, tomando decisiones junto con el rey, la iglesia y la nobleza, a través de representantes elegidos” por la comunidad en los municipios.

El historiador español Claudio Sánchez Albornoz lo escribió de la siguiente manera: “En este año inolvidable de 1188, un rey Alfonso otorgó lo que podríamos llamar Carta Magna Española, anterior en varios años a la inglesa. La Carta Magna Leonesa se dirigía a un pueblo que no conocía el régimen feudal, articulado en grandes municipios libres, y fue por ello más liberal y democrática que la de Juan sin Tierra”.

Vale la pena rescatar la importancia de la Carta Magna leonesa –esa sí- vinculable a instituciones que, más tarde, recogió la democracia liberal. Sé que no deben juzgarse sucesos medievales con ópticas contemporáneas, pero también sé que para los pensadores modernos todo lo ocurrido antes del advenimiento de la modernidad –o no sucedido en sus países de origen- resulta oscuro y anacrónico. Es como si con ellos hubiera nacido la historia. Es hora de rectificarlos.


*Ex senador, profesor universitario, @inefable1

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