"Recalzada"

Daniel Pacheco
05 de marzo de 2012 - 11:00 p. m.

Esta columna la escribí hace dos años: "El próximo 8 de marzo se cumplen 4 años del asesinato de Óscar Salas durante una protesta de estudiantes en la Universidad Nacional".

Después de explicar que toda la evidencia disponible indica que a Óscar lo mató un arma no convencional del Esmad, una granada hechiza lanzada por la policía, preguntaba:

“¿Por qué la justicia no avanza cuando hay miembros de la fuerza pública involucrados? ¿Por qué si hay un testimonio de un implicado directo, recogido hace más de un año, el caso de Óscar sigue en indagatoria? ¿Quién amenaza a los familiares que buscan justicia en los casos donde el Esmad está involucrado?”.

Hoy, a 6 años de la muerte de Óscar, no hay respuestas. Su mamá, apoyada por organizaciones de derechos humanos, estudiantes y amigos, estará de nuevo en un plantón frente a la Fiscalía General el próximo 8 de marzo, como lo estuvo hace dos años, para al menos tramitar su impotencia en público. Esta vez, Ana Benilda Ángel se va a encadenar hasta que alguien la escuche. La muerte hace rato no es espectáculo suficiente.

Es bien conocido el drama de la impunidad. El sentimiento de rabia y desesperanza de los que quedan detrás. Luego, encima, reforzado por amenazas cuando piden justicia. Ana Benilda es una mujer sencilla e insistente, ha recibido llamadas diciéndole que va a correr la misma suerte que su hijo si sigue denunciando. Irónicamente, a veces los victimarios parecen ser los más optimistas sobre la efectividad de la justicia.

Pero la impunidad también tiene un inconveniente práctico. Los perpetradores se sienten inmunes, las posibilidades de repetición quedan abiertas.

En “el video que el gobierno de Colombia no quiere que vea”, sobre el desalojo violento de campesinos en el Quimbo, Huila, se puede ver que el Esmad utiliza las mismas granadas no convencionales que mataron a Óscar contra campesinos desarmados.

Las “recalzadas”, como las llaman los policías, son hechas con cartuchos usados de gases lacrimógenos, rellenos de pólvora y canicas. Se disparan desde las mismas pistolas Trufly. Todo el proceso lo narra un expatrullero, en una declaración a la Procuraduría del 29 de enero del 2009.

En el video sobre el Quimbo, producido por Bladimir Espitia (también amenazado), se muestra a un campesino con una herida muy similar a la que mató a Óscar Salas. Una de las canicas le pegó en el ojo. El hombre, más afortunado, parece que sólo quedará tuerto.

Los casos están documentados, los oficiales del Esmad están identificados, la utilización de “recalzadas” está más que comprobada. Además de emplear armas no convencionales, hay fuertes indicios de que los policías se dedican luego a amedrentar a las personas que protestan, a las mamás que buscan justicia por sus hijos muertos.

El otro inconveniente práctico de la impunidad es que la gente busca justicia por sus propias manos. Ojo por ojo, dirá el campesino herido en el Quimbo, literalmente. ¿Y la familia de Óscar Salas?

danielpachecosaenz@gmail.com

 

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