El producto interno bruto (PIB) es mucho más fácil de constatar y medir que la calidad de vida de las personas. Sin embargo, la libertad y el bienestar humanos, y su relación con la justicia y la equidad del mundo, no pueden reducirse a la simple medición del PIB y la tasa de crecimiento, como muchos desearían.
Para nuestra conveniencia, podemos usar muchos indicadores simples del desarrollo humano, como el IDH basado sólo en tres variables y utilizando una regla muy simple para ponderarlas, pero la búsqueda no debe terminar allí. No debemos despreciar aquellos atajos que resulten útiles y explotables —el IDH puede indicarnos mucho más sobre la calidad de vida de las personas que el PIB—, pero tampoco debemos darnos por satisfechos con los resultados inmediatos arrojados por tales atajos en un mundo de prácticas cambiantes. Valorar la calidad de vida es un ejercicio mucho más complejo de lo que puede capturarse a través de un único número, independientemente de la prudencia que apliquemos al seleccionar las variables y el procedimiento de ponderación que utilicemos.
Para nuestra conveniencia, podemos usar muchos indicadores simples del desarrollo humano, como el IDH basado sólo en tres variables y utilizando una regla muy simple para ponderarlas, pero la búsqueda no debe terminar allí. No debemos despreciar aquellos atajos que resulten útiles y explotables —el IDH puede indicarnos mucho más sobre la calidad de vida de las personas que el PIB—, pero tampoco debemos darnos por satisfechos con los resultados inmediatos arrojados por tales atajos en un mundo de prácticas cambiantes. Valorar la calidad de vida es un ejercicio mucho más complejo de lo que puede capturarse a través de un único número, independientemente de la prudencia que apliquemos al seleccionar las variables y el procedimiento de ponderación que utilicemos.
Las responsabilidades dialógicas, si son debidamente valoradas en todas las líneas de gobernanza, deben incluir la representación de los intereses de quienes no están presentes para expresar personalmente sus inquietudes. El desarrollo humano no puede mostrar indiferencia ante las generaciones futuras, simplemente porque todavía no están aquí. Los seres humanos somos capaces de pensar en los demás y en sus vidas; y el arte de una política responsable consiste en abrir el diálogo sobre preocupaciones egocéntricas y limitadas hacia una comprensión social más amplia respecto de la importancia de las necesidades y las libertades de las generaciones, tanto actuales como futuras.
El enfoque de desarrollo humano es un gran avance en el difícil ejercicio de comprender los logros y carencias de la vida humana y de reconocer la importancia de la reflexión y el diálogo, para con ellos aumentar la justicia y la equidad en el mundo.
* Extractos de una columna publicada en el Informe sobre Desarrollo Humano 2013.