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Reflexiones sobre la liberación

Ana Milena Muñoz de Gaviria
05 de febrero de 2009 - 03:00 a. m.

LOS COLOMBIANOS TODOS CELEbramos la liberación unilateral por parte de la guerrilla de la Farc de cinco secuestrados que volvieron a la libertad; todos deberíamos también agradecer la labor humanitaria de Piedad Córdoba, quien ha sido la artífice de esta entrega. No faltaron sin embargo, en medio de estos positivos hechos, algunos extraños acontecimientos que nos llevan a la reflexión sobre algunos puntos.

Piedad, para muchos odiada por su cercanía con Chávez y su mediación con la Farc, merece sin duda un reconocimiento por su incansable labor para buscar una salida humanitaria a este flagelo del secuestro y por la liberación de los secuestrados. A pesar de las críticas siguió trabajando, aun sin contar con la voluntad del Gobierno, que quería mantener todo bajo su control, y tendió los puentes necesarios para la libertad con humildad y constancia. ¿Quién entiende entonces que acto seguido el Gobierno pretendiera sacarla de la comisión de civiles autorizados para adelantar las gestiones?

El Gobierno, que finalmente autorizó estas liberaciones, pero con miles de trabas, actúo sin duda con la cabeza caliente, lo que cada vez es más frecuente en el presidente Uribe; por buscar prescindir de uno de los miembros en forma rápida, terminó sacando de taquito a Piedad, sin quien la liberación no se hubiera dado.

Deja mucho que desear la actuación de los periodistas Botero y Morris, que llegaron al sitio de entrega antes que la comisión humanitaria y que forzaron a los uniformados que iban a ser liberados a contestar una entrevista en presencia de los guerrilleros. La libertad de prensa se convirtió en presión de prensa y obliga a una reflexión de su papel en estos casos y a un examen de la conducta personal de los involucrados en el tema, pues parece que prima su condición de periodistas sobre la de ciudadanos solidarios.

Siempre sorprenderán también los liberados; unos por flacos y acabados y otros por repuestos; unos por su alegría y otros por su tristeza; algunos por su mesura y su discreción y otros por su soltura y desparpajo; los de la prudencia y los de la impertinencia y la incontinencia verbal. Jara, que se encuentra entre aquellos que se ven golpeados físicamente, como buen político habló hasta la saciedad, pero diciendo verdades como mal diplomático. Arremetió contra la falta de solidaridad del Presidente, señaló el fortalecimiento de la guerrilla en contravía de todo aquello que se afirma por estos tiempos y, como no puede faltar, se comprometió a trabajar en la búsqueda de un acuerdo humanitario.

Para cerrar el episodio de extraños eventos, la renuncia irrevocable del Comisionado de Paz, que evidentemente no tendrá nada de irrevocable, es una señal de profundos desacuerdos y del nivel de toxicidad que se vive en el alto Gobierno en relación con este tema, que seguirá dando de qué hablar mientras lamentablemente siga habiendo personas privadas de la libertad.

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