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Reforma Frankestein

Luis Carlos Vélez
24 de octubre de 2016 - 03:09 a. m.

A nadie le gusta pagar impuestos, por eso las reformas tributarias no se hacen vía plebiscito. La lección es que cuando un gobierno necesita adelantar proyectos que no son populares, enfrenta sus costos políticos en el Congreso, como corresponde.

Esta reforma tributaria es tan necesaria para el país como el acuerdo de paz. Son tan importantes como antipáticos. Entender que la justicia perfecta es lo que se cede en una negociación de paz, es tan difícil como aceptar que pagar más impuestos, en un país tan corrupto, es la única vía hacia la equidad.

El enemigo más grande de la reforma es la corrupción. En el país roban cerca de $9 billones al año y no pasa nada. Según el Observatorio de la Secretaría de Transparencia de la Presidencia, uno de cada cuatro corruptos paga cárcel, solo la mitad de los que roban la nación reciben penas que los privan de la libertad y el 25 % recibe detención domiciliara con condenas efectivas que no superan los dos años. Es decir, en castigos no hay nada más costo eficiente que sacar una tajada de los dineros sagrados de todos. La corrupción en el país es tan lucrativa como el narcotráfico, con la diferencia de que a los corruptos no los sigue la policía ni los fumigan con glifosato.

Uno de los grandes problemas conceptuales de la corrupción en Colombia es que pocos entienden que el dinero del gobierno es un recurso de todos. Aún existe la idea colonial de que los españoles nos administran y por eso robar los dineros públicos era en realidad darles un mazazo a los corruptos colonizadores que se llevaban lo que quedaba a su tierra natal. Mientras no entendamos que nos están sacando plata del bolsillo a todos, seguiremos admirando a los contratistas del estado que se pavonean en yates, en Cartagena y andan en burbujas Toyota en Bogotá, sin que se les aplique la muerte social que en realidad merecen.

El proyecto de reforma tributaria no la tendrá nada fácil en el Congreso. El fallido plebiscito debilitó al gobierno en lo legislativo y se verá a gatas para adelantar su iniciativa. En este escenario aparecen dos riesgos que van en contra del objetivo inicial: primero, los congresistas al notar el hambre de apoyo de la administración, elevarán sus exigencias para dar su respaldo, y segundo, aguarán todo lo posible la reforma para proteger a sus grupos de interés. Como consecuencia, esta tormenta política de la paz dejará como engendro una reforma tributaria tipo Frankestein, débil, llena de prebendas y con tendencias suicidas, porque el Ejecutivo quedará infinitamente endeudado con el Legislativo.

Si no se pasa una reforma tributaria estructural, corremos el riesgo de quitarle los recursos a la educación básica  la infraestructura y la salud. Con la caída generalizada de los precios del petróleo, en países como Arabia Saudita se replanteó el modelo  económico  y buscan otras fuentes de financiación. Los mercados internacionales entienden lo que pasa y están en primera fila para bajar la calificación de riesgo de la deuda de Colombia, si la reforma se hunde. Para ellos está claro que si no hacemos un balance de las cuentas nacionales, se resquebrajará la economía y por lo tanto a nivel internacional será menos competitiva. Eso significa menos inversión extranjera y un precio más alto para nuestra deuda foránea.

Así las cosas, es momento de pedirles a los legisladores que trabajen pensando en su responsabilidad con el país y no en sus intereses políticos regionales o corporativos. Trabajen por la gente, el futuro y por quienes financian sus campañas. Hagan caso omiso a las grandes empresas que dicen que no van a poder producir o construyendo por que le suben sus tributos como si fueran las monjitas de la caridad o si estuvieran trabajando a pérdida. Hagan la tarea, la gente algún día se dará cuenta a quién realmente le sirven. Y al gobierno, esta puede ser la oportunidad para pagarle al pueblo este nuevo sacrificio con penas altas para los corruptos y así eventualmente llegar a una reforma en donde nos bajen los impuestos en lugar de volver a subirlos.

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