Mientras el alcalde Petro firma pactos de protección laboral para empleados del Acueducto y Aguas de Bogotá, directivos del IDRD aumentan a su discreción las horas de trabajo, amenazan con descontar del sueldo los retrasos en la hora de ingreso, cambian nuevamente y sin previa consulta el horario de labores y convierten a esta entidad dedicada al sano esparcimiento y la lúdica, en una verdadera “casita del horror”.
Eso sí, no se preocupan por arreglar los parques deteriorados ni parar la contratación de personal de la costa Caribe, ni adecuar una sede propia, en una Administración cada vez más lejos de su lema de … una Bogotá Humana.
Marcel Pratz. Bogotá.
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