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Regreso al futuro

Arlene B. Tickner
12 de febrero de 2013 - 11:00 p. m.

Las últimas décadas han presenciado un aumento descomunal en las actividades de las empresas multinacionales extractivas en los países en desarrollo.

Este patrón tenderá a crecer hacia el futuro en la medida en que casi toda la producción nueva de hidrocarburos se concentrará en el sur global. Aunque las compañías provenientes del sector energético-minero figuran entre las más rentables y grandes del mundo, los habitantes de los lugares donde éstas operan figuran entre los más pobres.

So riesgo de ser descalificada como “mamerta”, no es difícil ver un paralelo entre lo que está ocurriendo en los países ricos en recursos naturales, entre ellos Colombia, y la situación descrita por Eduardo Galeano en Las venas abiertas de América Latina, si no antes por Lenin en su famosa obra sobre el imperialismo. De la misma forma en que la dependencia del capital financiero extranjero en el siglo XIX convertía incluso a las naciones independientes en paracolonias, hoy la actitud depredadora de muchas empresas extractivas aporta poco o nada en términos del desarrollo y el bienestar local. Todo lo contrario: en Santa Marta, por ejemplo, lo único que ha dejado Drummond es cielo y mar llenos de carbón. Además de ésta, tres más que operan en Colombia (Anglo American, BHP Billiton y Glencore) han sido acusadas reiteradamente de malas prácticas ambientales, laborales y sociales.

El hecho de que muchas economías en el mundo en desarrollo con abundancia de recursos sean dependientes de los ingresos fiscales derivados de éstos, plantea un riesgo latente de “maldición de los recursos naturales”, consistente en bajos niveles de crecimiento económico y nulos efectos distributivos pese a la riqueza nacional. La evidencia empírica existente sugiere que este tipo de dependencia puede redundar además en mayores niveles de corrupción y deficientes servicios públicos.

No obstante, la “maldición” no es irreversible. De la mano de la proliferación en la actividad multinacional han surgido organismos de monitoreo de las ganancias económicas y los costos ambientales, sociales y de derechos humanos de las operaciones extractivas. Entre éstos, Revenue Watch y Extractive Industries Transparency Initiative velan por el manejo efectivo, transparente y responsable de los recursos naturales para el bien general. El segundo, cuyo propósito es dar a conocer las ganancias extraordinarias del sector, cuenta con la participación de 60 países que se someten voluntariamente, así como compañías extractivas, organizaciones internacionales y ONG.

Las instituciones nacionales también juegan un papel fundamental en la conversión de los recursos naturales en bendición, al adoptar políticas que garanticen una repartición equitativa de las ganancias derivadas de la actividad extractiva, modelos de negocios incluyentes que involucren a las poblaciones afectadas y desarrollen el capital humano, estándares altos de protección ambiental y reglas de juego claras.

La experiencia internacional sugiere que la reforma de los esquemas de “gobernanza” es condición indispensable para el buen uso de la riqueza de los recursos naturales e, incluso, para la paz, dada la relación íntima que existe entre éstos y el conflicto violento. Si bien algunos países han convertido su potencial “maldición” en bendición, otros, como Colombia, parecen regresar al futuro. La traducción de la abundancia en mejor calidad de vida y desarrollo exige, primero que todo, que los gobiernos nacionales dejen de mantener el inadmisible statu quo.

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