Renta Básica: Vuelve y Juega

Luis Fernando Medina
31 de marzo de 2014 - 10:54 p. m.

Desde que comencé a escribir esta columna he tratado de no repetirme.

Por supuesto es imposible evitar que haya puntos en común entre una columna y otra pero intento que el tema principal de cada una sea un poco distinto del de las demás. Pero hoy voy a romper esa regla y voy a volver al tema de mi primera columna: la renta básica, es decir, la propuesta de darle a todos los individuos un ingreso garantizado independientemente de su actividad económica o falta de ella. Tengo una buena excusa. En días pasados El Espectador publicó una reflexión de Rodolfo Arango sobre el capitalismo y el socialismo ("Capitalismo o Socialismo: "Tertium Non Datur"?) y allí Arango se refiere al tema incurriendo en lo que a mi juicio es un serio error de apreciación.

Por supuesto, si uno se pusiera a refutar todos los errores de apreciación que la gente comete en estos asuntos no quedaría tiempo para escribir nada más. Pero en este caso, dado el autor, la cosa bien amerita una respuesta. Rodolfo Arango es una de las figuras más interesantes del panorama de la opinión y la política en Colombia en este momento. Ha conjugado una trayectoria académica brillante, de cuyos inicios fui testigo en las clases del lamentado Guillermo Hoyos, con un valioso trabajo en la rama judicial y un compromiso político serio y honesto con la izquierda colombiana. En las pasadas elecciones el país se perdió la oportunidad de tenerlo como senador. Pero algo me dice que no fue la última oportunidad y que en los próximos años veremos a Arango en distintos escenarios enalteciendo la política del país.

No voy a resumir el ensayo de Arango con el cual tengo algunos desacuerdos puntuales que no vienen al caso. Al fin de cuentas, a la hora de referirse a la noción de la renta básica universal el ensayo simplemente le dedica una mención tangencial de un par de renglones. En aquellos renglones Arango simplemente dice que no ve a la renta básica como un "campo promisorio para revisar los supuestos de cualquier transformación en la organización económica o social" y la desestima como un intento de "arribar al socialismo por vía del capitalismo." En contraste, Arango apuesta por las ideas republicanas de "no dominación" propuestas por pensadores como Philip Pettit.

En estas afirmaciones veo dos errores, uno de índole filosófica y otro de tipo político. El error filosófico es el de contraponer la propuesta de la renta básica a las ideas de "no dominación." Al contrario, uno de los ejes centrales de la idea de una renta básica es precisamente el de emancipar a los individuos, un poco por lo menos, respecto de la tiranía de los mercados, los estados y las organizaciones. En una sociedad moderna tienen que existir las tres cosas y las tres implican cierto nivel de dominación sobre los individuos. Los mercados imponen criterios de rentabilidad que vuelven inviables muchas iniciativas productivas que podrían ser valiosas desde otro punto de vista. Los estados están compuestos por burocracias que también tienen sus propios imperativos y, por tanto, también constituyen fuentes de dominación sobre los individuos. Lo mismo puede decirse de cualquier organización privada de las que pueblan cualquiera de las economías altamente complejas del mundo de hoy. Una sociedad sin dominación es impensable. Pero, como bien lo formula Pettit, es posible reducir los niveles de dominación en la sociedad ofreciéndole a los individuos espacios donde puedan desenvolverse con autonomía. Pues bien, la forma más directa de generar ese tipo de espacios es, precisamente, la renta básica.

Tenemos a la mano ejemplos tangibles de la armonía entre el pensamiento republicano de Pettit y la renta básica. Si ha habido recientemente un gobierno que se tomó en serio los planteamientos de Pettit fue el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en España. Partiendo de esa base intelectual el gobierno impulsó la Ley de Dependencia, una ley que busca que hogares en los que haya una persona en condiciones de incapacidad física o mental permanente reciban una ayuda económica que permita que las demás personas de la familia (especialmente, como es de esperarse en nuestras sociedades, las mujeres) puedan acceder a otras opciones sin tener que estar atadas al cuidado del enfermo. ¿No es esto acaso un paso, tímido por lo demás, en la dirección de la renta básica?

Esta timidez nos alerta sobre el error político en el planteamiento de Arango. Por su forma de expresarse, Arango sugiere que a su juicio la renta básica es una propuesta que no va lo suficientemente lejos a la hora de replantear las bases de la sociedad moderna. Pero para afirmar esto necesitaríamos tener claro el punto de referencia. Comparada con alguna noción abstracta, hipotética de socialismo, la renta básica puede parecer una reforma muy tímida. No en vano cuenta con apoyo en sectores de la derecha libertaria. Pero comparada con las opciones reales, las que están sobre la mesa en los debates políticos actuales en varios países, resulta de hecho bastante ambiciosa. Tanto que aún hoy la sola posibilidad someterla a un referendo (como en Suiza) o de discutirla en una legislatura, así sea regional (como en Cataluña) ya se considera una victoria política para celebrar.

En este sentido llama la atención el contraste, tal vez involuntario, que ofrece el artículo de Arango. En un plato de la balanza coloca a la renta básica que, con todos sus defectos, es una propuesta concreta, que ha llevado a proyectos de ley en varios países, proyectos acompañados de cálculos de factibilidad económica y en el otro plato coloca una serie de ideas filosóficas muy respetables, de grandes pensadores como Philip Pettit o Iris Young o Martha Nussbaum pero sin mostrarnos en qué se traducirían en la práctica.

Por supuesto que, como dice Arango, la renta básica puede ser un intento de arribar al socialismo por la vía del capitalismo. Pero es que el capitalismo es una realidad. Cualquier transición al socialismo tiene que partir del capitalismo. ¿Cuál es la alternativa? Todos los experimentos socialistas parten del capitalismo porque es lo que hay. Inclusive la planificación central soviética fue tomada de la economía de guerra implementada por Alemania durante la Primera Guerra Mundial. Si algún día se llega a un orden social distinto al capitalista tiene que ser a partir de las realidades económicas y políticas de éste.

La renta básica no es el socialismo. Así lo entienden todos sus defensores, tanto a la izquierda como a la derecha. Pero lo que ofrece para quienes creen en la necesidad (y en la posibilidad) de superar el capitalismo es la apertura de espacios para que los individuos vayan experimentando con formas de vida y de organización colectiva distintas a las del capitalismo, para volver tangible y real la posibilidad de otro tipo de sociedad, así sea poco a poco. No resuelve todos los problemas ni elimina la necesidad de proponer reformas de otro tipo y de ganar batallas políticas en muchos otros campos. Pero es innegable que puede ayudar a afianzar dichas reformas y a ganar dichas batallas. Por eso es fundamental que las figuras políticas de izquierda la valoren como debe ser en lugar de desdeñarla gratuitamente. Sobre todo si se trata de figuras tan valiosas y promisorias como Rodolfo Arango.
 

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