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Restaurar no basta

Ana Cristina Restrepo Jiménez
21 de junio de 2013 - 11:00 p. m.

Toda ciudad del mundo —capital, intermedia, invisible— alberga por lo menos una joya cultural o geográfica.

Un trazo común en Latinoamérica es el menosprecio por nuestra memoria arquitectónica. Los centros históricos de Bogotá, Medellín, Cartagena, Lima o Quito, por citar sólo algunos, atesoran edificios que podrían ser conservados como patrimonio.

La Historia, los recuerdos, la belleza de esas joyas se esconde —y pierde— tras el humo de asaderos de pollo y congestionadas filas en taquillas de operadores de celulares, negocios que parecen sentir una incontrolable atracción por las casas de estilos colonial, republicano y art nouveau.

Pero, ¿bastaría con restaurar esos lugares? En 1945, Francisco Moreno, un acaudalado señor de Medellín, contrató al arquitecto Federico Vásquez y al escultor Jorge Marín Vieco, para construir un teatro.

Dos años después, los radio-periódicos anunciaban su inauguración. A cara y sello se le buscó el nombre: ‘Rox’ o ‘Lido’.

El Teatro Lido costó la escandalosa cifra de $2 millones, pues requirió la importación de materiales especiales como yeso acústico.

En 1948, pasó a manos de Cine Colombia. Cuentan que, para los niños, el gran atractivo era el techo de espejos a la entrada: nunca acosaban en la fila. Se la pasaban haciendo muecas con la cabeza hacia arriba.

Los cincuenta y sesenta fueron los años dorados. Se pagaban $5 por una matiné dominical con películas de Fellini o Antonioni.

Allí también se presentaron grandes espectáculos, como la Orquesta de Cámara de Berlín.

En los ochenta, florecieron los mafiosos con su estilo de vida inspirado en Miami: ¡los patrones del mall! Entonces, fue inevitable la caída del señorial escenario.

No obstante, entre 2005 y 2007, la Alcaldía de Medellín restauró el edificio de estilo Art Déco. Hoy, el Lido es la sede de eventos culturales gratuitos.

Es medio día. Don Fernando, el vigilante, me abre las puertas.

Desde el silencioso escenario del Lido, observo la media luna cenital, las paredes acústicas que simulan olas, y un piano de cola blanco escondido.

Llego al balcón por una escalera en caracol que desemboca en el vestíbulo decorado por el maestro Marín Vieco.

En el tercer nivel, se aprecian los vitrales de la fachada con las imágenes de Talía, Calíope, Clío, Euterpe y Terpsícore —musas del arte—. (Con algo de suerte, si está el encargado de las llaves, es posible entrar al cuarto de los antiguos proyectores de cine).

El Lido es un escenario de primera, que podría ser el más importante de Medellín si el sector donde se ubica no recibiera un tratamiento de segunda...

Elegante; con 1.050 butacas; en un sitio histórico… La Alcaldía enfrenta un gran desafío: implementar acciones efectivas para desterrar el estigma sobre el Centro, vinculado a la inaccesibilidad, deterioro del espacio público y, sobre todo, la inseguridad.

A través de la figura de Calíope, musa de la poesía épica, observo un almendro lejano, y los cauchos, ceibas y carboneros del Parque Bolívar. El paisaje urbano grita: ¡restaurar no basta!

 

* Ana Cristina Restrepo Jiménez

 

 

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