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Retros y dinosaurios

María Elvira Bonilla
22 de abril de 2012 - 11:00 p. m.

Mario Vargas Llosa se declara desacomodado en este mundo marcado por el culto al entretenimiento y la frivolidad, donde los personajes son las denominadas ‘celebrities’.

La política, la ciencia, las comunicaciones, el arte y la religión, tal como son entendidas hoy, están definidas como un intento por exhibir o impresionar y no por reflexionar o explorar. Hoy en día, hablar de cocina o de la moda es mucho más importante que hablar de filosofía o de música. Eso es una deformación peligrosa y una manifestación de frivolidad terrible. ¿Qué cosa es la frivolidad? La frivolidad es tener una tabla de valores completamente confundida, es el sacrificio de la visión del largo plazo por el corto plazo, por lo inmediato. Justamente eso es el espectáculo. Y justamente por eso escribió su último libro La civilización del espectáculo, una de las novedades de la Feria del Libro.

Vargas Llosa se declara un dinosaurio, pero con capacidad de sobre vivir. No es el único. Son muchos los hijos de los años 60 que no disimulaban el entusiasmo con el que tarareaban las viejas canciones en el concierto de Paul McCartney, quienes se sienten extraños en la post-modernidad. Es una generación que no se conforma con el pragmatismo presente y se rebela a vivir sin utopías. Van de retro, como dicen los jóvenes.

Desprecian los medios masivos de comunicación y su capacidad de construir certezas sobre falsedades. Se vanaglorian de vivir ajenos a las presiones inerciales del mercado y del bombardeo consumista. La tecnología la aprovechan, sin mistificación, como un medio eficaz para lograr propósitos. Defensores a ultranza de la interlocución personal, con gente de carne y hueso, asidas al tiempo y al espacio, y no flotante en la virtualidad del Facebook y el Twitter.

“Nunca hemos vivido, como ahora, en una época tan rica en conocimientos científicos y en hallazgos tecnológicos, ni mejor equipada para derrotar la enfermedad, la ignorancia y la pobreza; y, sin embargo, acaso nunca hayamos estado tan desconcertados respecto a ciertas cuestiones básicas, como qué hacemos en este astro sin luz propia que nos tocó si la mera supervivencia es el único norte que justifica la vida, si palabras como espíritu, ideales, placer, amor, solidaridad, arte, creación, belleza, alma, significan algo todavía. Si la respuesta es positiva, qué hay en ellas y qué no”, reflexiona Vargas Llosa.

Los retros se rebelan frente al reinado de la imagen y de los pequeños ídolos, a las construcciones mediáticas volátiles y efímeras, a la desacralización de la política, de las convicciones ideológicas, de los ideales. No son decadentes ni fatalistas, son productivos e intelectualmente lúcidos para intentar galopar entre el pasado y el presente, con poder aún, y capacidad de decisión, pero conscientes de que su tiempo está pasando.

Vargas Llosa se ha sintonizado con ellos en su libro. Los dinosaurios —dice— pueden arreglárselas para sobrevivir y ser útiles en tiempos difíciles. Porque la historia no está escrita y los héroes morales con sus ideas y siguen vivos.

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