Robotización

Andrés Hoyos
24 de mayo de 2017 - 02:00 a. m.

Yo creo que la prevalencia de la robotización futura ha sido sobreestimada. Los profetas, por deformación profesional, exageran y simplifican. Les encanta recurrir a una eficaz mezcla entre el miedo y el fatalismo: esto va a pasar de todos modos, y peor para usted si no le gusta. Ojo, la idea no es desconocer que los robots serán una parte creciente de la maquinaria social incluso en los países menos desarrollados. Lo que se debate es el ritmo y las consecuencias de su implantación. ¿Para 2030 habrán desaparecido en Estados Unidos dos millones de empleos, cinco millones, diez millones o 20 millones? ¿Será una pérdida neta o habrá nuevas ocupaciones derivadas?

Piénsese, por ejemplo, en los carros y camiones sin conductor. La infraestructura del mundo es desigual y tiene trozos y recovecos endiablados. Con que en un trayecto de 500 kilómetros haya dos en los que el robot sea incapaz de sortear obstáculos imprevistos, el viaje se detiene. ¿Y cuántos trayectos estarán del todo libres de obstáculos? Serán aquellos que se construyan o diseñen específicamente para ello, por lo general entre puntos fijos. De ahí que la robotización de la conducción pueda preverse como lenta. ¿Y los aviones, que hoy tienen un índice de seguridad impresionante, sí serán más seguros piloteados por robots? Lo dudo mucho. Una cosa es tener apoyos tecnológicos para hacer más segura la labor de un conductor o de un piloto, otra muy distinta sustituirlo. Lo primero puede masificarse ya; lo segundo no.

Ahora piense el lector en una gran superficie o un supermercado patrullados por robots. Un visitante está buscando algo, no sabe exactamente qué. Mientras que un vendedor entrenado resuelve el enigma en un instante, el robot se enreda. Es muy difícil entrenar a una máquina para que entienda y maneje las dudas que nos plagan a los humanos.

La robotización sí parece inevitable en las grandes líneas de producción, muy en particular en aquellos países donde la mano de obra es costosa. Pero, ojo, que cualquier proceso que siga teniendo un componente artesanal requerirá de la participación humana. Afirmemos, sin embargo, que las grandes fábricas del mundo ofrecerán muchos menos empleos en el futuro. También se generalizarán los robots que cortan el césped, arruman la nieve, limpian pisos y piscinas. Incluso habrá muchos guardias de seguridad no humanos. Varios procedimientos médicos o quirúrgicos podrán ser semirobotizados, sobre todo cuando sean programables. ¿Pero alguien se imagina un hospital despoblado? La inmensa mayoría de los procedimientos que allí se realizan no son programables.

Sin duda habrá usos extensos de material educativo en los que no se requiera la presencia de un profesor, pero de nuevo, ¿alguien cree de veras que puede ser buena una educación impartida mayoritariamente por robots? La educación, y sobre todo la formación, se basan en las relaciones entre estudiantes y maestros. Estos, cuando son buenos, marcan a sus alumnos. Es imposible que desaparezcan; incluso, si me presionan, yo creo que a medida que mejora la educación, la proporción entre estudiantes y maestros crecerá en favor de los segundos.

Las tecnologías que potencian el trabajo de las personas crecerán muy rápido; las que lo substituyen, menos. En síntesis, los robots no son ninguna amenaza, como cree, entre otros, Bill Gates; hay que seguir promoviéndolos sin miedo.

PS: recomiendo los informes de https://itif.org/

andreshoyos@elmalpensante.com, @andrewholes

 

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