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Rumores de Nobel

Fernando Araújo Vélez
06 de octubre de 2012 - 10:42 p. m.

Rumores, voces que se regaron de café en café, de aguardiente en aguardiente y cigarrillos.

 Él leyó como texto prohibido que, en 1955, Fernando González Ochoa había sido propuesto para el premio Nobel por Jean-Paul Sartre y el escritor norteamericano Thornton Wilder, y que las élites literarias y políticas colombianas se opusieron, prefiriendo a Ramón Menéndez Pidal. Le contaron que González solía repetir: “Dios me salvó, pues lo primero que hice fue negarlo, donde los Reverendos Padres. Tan bueno es Dios, que me salvó, inspirándome que lo negara”, y que luchaba contra la condición humana. Que algún día le comentaron que Sartre lo conocía, y que dijo: “¿De dónde me conocerá Sartre? ¿Por Miomandre? ¿Por Bréal? ¿Por Valery Larbaud? Yo no puedo creer que él me conozca, a menos que por uno de esos haya leído algo mío... También puede que Thornton Wilder, que viaja tanto, le haya prestado algún libro mío. Pero más bien creo que éste es algún sueño inventado por Gonzalo Arango o por Rojas Herazo. Y si fuere cierto, ¿qué gano yo? ¿Qué saco yo con que eso guste o no? Vanidad, pues mañana me iré, pronto me iré. Y olvidado, y si no soy olvidado, qué a mí que estaré o lejos o en ninguna parte. ¿Qué a mí fuera de la Intimidad?”.

Rumores, voces bajas, textos perdidos. Supo que un diplomático contó que en Suecia, años 60, un académico le había dicho que sí, que González Ochoa había estado nominado dos veces, y que Fernando Cruz Kronfly escribió que “varias décadas atrás, Fernando González el de Otraparte había sido propuesto por un filósofo europeo que se encandiló con su obra sin antecedentes en nuestro medio. Sin embargo, algunos académicos colombianos sintieron pánico en sus vientres, adelantaron en silencio sus pies y colocaron la zancadilla”.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

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