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Salir del clóset

Gonzalo Silva Rivas
24 de septiembre de 2014 - 03:00 a. m.

Vuelve y juega el tema de la hotelería informal, recurrente en una industria donde tanto prima la informalidad, tal y como sucede en todas las actividades de la vida colombiana.

En el recién terminado congreso de Cotelco, la MinComercio Cecilia Álvarez aseguró que este fenómeno constituye una de las principales barreras para el desarrollo del sector y, al igual que lo hicieron sus antecesores, se mostró dispuesta a buscarle la comba al palo.

Sobre la llamada “parahotelería” se viene hablando en el país desde hace más de una década. Es tema de reflexión en cuanto foro, mesa de trabajo o evento se organiza para debatir y analizar la actualidad de la industria pero los compromisos de la administración pública, encargada de tomar medidas para su control, siempre se quedan sobre el papel.

Los últimos presidentes del gremio, incluyendo el actual, la comparan con una especie de cáncer metástatico que invade por lo menos el 30% del mercado hotelero, sin exceptuar ninguna zona turística del país. En Bogotá funcionan más de 300 inmuebles operando en la ilegalidad; en la región cafetera se diseminan como la roya, mientras en Cartagena y Santa Marta se multiplican y se vuelven un factor corrosivo, aprovechado para la comisión de delitos. En todos los pueblos veraniegos de Cundinamarca es usual descubrir casas fantasmas en precarias condiciones sanitarias atiborradas de turistas de clases medias.

La “parahotelería”, lo hemos dicho, es un flagelo universal extendido por gran parte de los países con vocación turística, como sucede en México, en el que se estima que hoy en día sobrepasa el millón de inmuebles, o en España donde le pisa los talones al promedio colombiano. La diferencia, sin embargo, es que México recibe 24 millones de turistas que invierten US$14 mil millones, y que España sobrepasó en 2013 los 60 millones de turistas, con divisas de US$50 mil millones. En Colombia, el precario mercado apenas da para ilusionarnos este año con una meta de cuatro millones de visitantes extranjeros.

Ponerle coto a la hotelería informal no es necesariamente exigir el cierre de los negocios y privar a sus propietarios de disponer de una legítima fuente de ingresos para sus familias sino comprometer y lograr su inclusión a la legalidad. La formalización es una herramienta productiva para combatir el atajo en el que se ha convertido esta arraigada cultura, y canaliza beneficios por donde se le mire. El Estado, con el descomunal hueco fiscal que tiene al frente, recuperaría cuantiosos recursos por conceptos de IVA, impoconsumo y registro turístico; la hotelería formal se liberaría de un competidor ilícito para enfrentarlo en igualdad de condiciones; los huéspedes quedarían protegidos contra riesgos en seguridad y calidad en los servicios, y los propietarios informales tendrían la oportunidad de hacer empresa para contribuir al desarrollo del sector.

Buena oportunidad tiene la experimentada ministra Álvarez -con el apoyo del gremio y de los propios alcaldes que poseen herramientas legales para sancionar la persistencia de la irregular práctica- para asumir el liderazgo y animar a los informales a salir del clóset.

gsilvarivas@gmail.com

 

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