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¿Saña?

Cartas de los lectores
18 de septiembre de 2012 - 10:02 p. m.

Tan sólo comenzaron a operar en Bogotá los Centros de Atención Médica a Drogodependientes, Camad, después de haber recibido todo tipo de campañas adversas, y El Espectador los recibe con la crónica “En los Camad no se ve la rehabilitación”, basada en una entrevista a un señor Vladimir Torres, quien al parecer ha prodigado algunas atenciones a la población denominada habitantes de la calle, narra algunas experiencias de actuaciones negativas de la policía y expone algunos conceptos personales sobre cómo deberían funcionar esos Camad.

Sin embargo, la periodista se limita a resaltar los conceptos negativos; pasó por alto el concepto inicial del entrevistado: “¿Qué piensa de los Camad? Es una iniciativa importante, es la primera vez que el Distrito se compromete con responsabilidad y políticas amplias para los olvidados que habitan en la calle”.

La crónica de la página siguiente sobre el SITP, al destacar el atraso por otro mes para iniciar operaciones, antes que mencionar qué empresarios fueron los que robaron a la ciudad aboga más bien por los gastos de los sufridos operadores, que han invertido más de $8.000 millones en alistamiento.

Nada tengo que ver con Petro, blanco de los viudos del poder en Bogotá, incluida la gran prensa, pero me duele la ciudad. Soy amigo de la crítica constructiva, porque con ella cuestionamos la gestión de los funcionarios y, resultado de ello, es que aunque con falencias comenzó al fin a funcionar el Transmilenio por la 26 y por la carrera 10ª.

¿Por qué ha sido preciso operar con dos tarjetas y pagos diferentes? Por las imposiciones de los contratistas amigos de los políticos y amos del transporte en Bogotá, que esquilmaron los fondos de la chatarrización, son los dueños mayoritarios de los articulados y por consiguiente de los ingresos del sistema. Sus presiones y las de la gran prensa son la razón de las renuncias en la dirección del sistema.

Leovigildo Micán M. Bogotá.

Sobre el Baloto

Los directivos del Baloto han sostenido que las combinaciones del citado juego ascienden a ocho millones y El Espectador en su primera página lo confirma.

Si los billetes de una lotería de cuatro números son el resultado de multiplicar 10x10x10x10 = 10.000, los del Baloto son el de multiplicar 45x44x43x42x41x40 = 5.964’443.200, lo que da una pequeña diferencia, pero diferencia al fin y al cabo.

Lo importante de esta diferencia es que las loterías tienen la obligación de rifar el 50% del valor neto de los billetes. La pregunta es: ¿qué porcentaje rifa el Baloto? Yo soy jugador del Baloto.

Jairo Ramírez de la Pava. Armenia.

Envíe sus cartas a lector@elespectador.com

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