Santos lo reencauchó

Alberto Donadio
03 de agosto de 2017 - 02:00 a. m.

Está detenido —y ya aceptó un delito— un turbio sujeto que según la Fiscalía puso en contacto a Odebrecht con la campaña presidencial de Juan Manuel Santos y que además sirvió de intermediario para repartir sobornos. Se trata de Eduardo Zambrano Caicedo, uno de los más temibles delincuentes financieros que el país haya olvidado. En 1982 Daniel Samper Pizano, Gerardo Reyes y el suscrito descubrimos que Zambrano Caicedo y Jaime Mosquera Castro, vicepresidente ejecutivo y presidente del Banco del Estado, montaron en esa entidad financiera una gigantesca falsificación de documentos para ocultar un autopréstamo ilegal. Crearon cuentas ficticias a favor de diez supuestos ganaderos a los cuales les concedieron créditos inventados que en realidad se desviaron para que Zambrano, Mosquera y otros accionistas adquirieran más acciones del banco y tomaran el control. Toda la documentación fue falsificada por Zambrano y Mosquera: la solicitud de crédito, los pagarés, los extractos mensuales, las constancias de pago de los fingidos préstamos. Los “ganaderos” no habían tenido reses ni las conocían. Uno era contabilista de Todelar; otro, funcionario del Ministerio de Salud; un tercero, chofer de flota en Fusagasugá. A todos les falsificaron las firmas y la identidad, en un monumental montaje delictivo. El día en que se publicó la investigación, el Gobierno ipso facto destituyó a Mosquera y poco después nacionalizó el banco. Zambrano había declarado bajo juramento ante el Consejo de Estado que conocía al “ganadero” que realmente era chofer en Fusa. También descubrimos en la Unidad Investigativa de El Tiempo que Zambrano se robó $126 millones del Banco del Estado. Ordenó de manera ilícita que el banco girara la suma a Inversiones Arroyohondo, donde él era socio.

Eduardo Zambrano Caicedo evadió la captura rasurándose el bigote y saliendo de su casa oculto en el baúl de un carro. Huyó al Brasil. En 1985 el diario O Globo publicó las fotografías de la mafia colombiana que operaba en Brasil: Pablo Emilio Escobar Gaviria, Carlos Enrique Lehder Rivas, Gonzalo Rodríguez Gacha, Fabio Ochoa Vásquez y otros más, entre ellos Eduardo Zambrano Caicedo, del cual decía O Globo: “Su misión era reunir el dinero recaudado en el exterior para depositarlo en el banco de la organización en Panamá” (Fuente: El Tiempo, marzo 11/85, p. 3A). El fugitivo delincuente de cuello blanco se convirtió en lavador del Cartel de Medellín.

Cuando la entonces Superintendencia Bancaria investigó al jefe de inspectores bancarios, Hernando Marroquín Valencia, descubrió que tenía un Renault 18 que le regaló Eduardo Zambrano Caicedo siendo vicepresidente del Banco del Estado. A Marroquín, cuyo sueldo no superaba en los años 80 los $100.000 mensuales, los ladrones le robaron de su casa USD $100.000 que guardaba en efectivo (Fuente: Semana, julio 6/87).

Otro dato del prontuario: en Afinsa, compañía de financiamiento comercial que era filial del Banco del Estado, la Superbancaria detectó un faltante de $720 millones. Esa suma se hizo desaparecer de la contabilidad por orden “de los doctores Jaime Mosquera Castro y Eduardo Zambrano Caicedo, según obra a los folios 368 y 404 del Libro de Actas de la Junta Directiva”, afirma un documento de Superbancaria (Fuente: sentencia de la Corte Suprema de Justicia, junio 10/97, magistrado ponente Ricardo Calvete, radicación 8994).

Procede examinar también el prontuario de Juan Manuel Santos: ¿por qué el Gobierno del Nobel de Paz premió al reconocido delincuente Eduardo Zambrano Caicedo con contratos por decenas de miles de millones de pesos adjudicados a su compañía Consultores Unidos, cuando las fechorías de Zambrano son del dominio público desde hace 35 años?

 

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