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¿Santos se parecerá a Chávez?

Paloma Valencia Laserna
08 de febrero de 2013 - 11:00 p. m.

El fenómeno político de Uribe está muy vivo; lo prueba el movimiento que ha causado el anuncio de su posible vinculación a una lista de Senado.

Personalidades como Carlos Gaviria podrían acompañar a Robledo en la lista del PDA. Se habla de que Cambio Radical tendrá una lista con Alex Char, Carlos Galán y otras figuras. Por su parte, la U ya explora personas jóvenes con ideas y propuestas. Santos insiste en devolver a Vargas Lleras al Legislativo. Se trata de candidaturas interesantes, que le darán al debate político la seriedad que las circunstancias del país exigen. Será, si continúa así, la gran reforma de la política. Es un nuevo aporte que el presidente Uribe podrá darle al país.

Sin embargo, se dice que el gobierno Santos, amedrentado por no poder controlar los resultados electorales, prepara una andanada de reformas que buscarían evitar la victoria de Uribe, y con ello destruirá también estos cambios que se están gestando.

Una reforma que cambie la circunscripción nacional, y nos regrese a la regional, impediría que Uribe y las otras figuras logren congregar los votos para la transformación del Congreso. Sería el final del intento más importante de reforma política que ha vivido el país.

Dicen algunos que una conducta así se parece a la de reformar la Constitución para permitir la reelección; nada más equivocado. La reelección abría el abanico para que el presidente pudiera participar, tal y como lo querían las mayorías. Así quedó demostrado tras su abrumadora votación. Si algo, la reforma le daba más opciones a la democracia; la reforma no lo nombraba presidente, no le cerraba el camino a los competidores; les daba a los ciudadanos el poder de decidir. La reforma que se planea es, en cambio, uno de los actos más antidemocráticos que se puedan concebir. Se trata de crear restricciones para desfigurar la voluntad popular; para controlar los resultados, para impedirle el paso a la oposición. Ese mecanismo sólo es propio de los dictadores y de quienes tienen poca estima por la democracia. El último caso parecido lo vimos en Venezuela, donde Chávez reformó los distritos electorales para evitar que la superioridad de la oposición se tradujera en mayores escaños en el Parlamento.

La lista de Uribe ya ha empezado a producir cambios, todos ellos positivos. En el nuevo Congreso se anuncian debates profundos, ideológicamente fundamentados, con personas capaces de proponer ideas. No sería explicable que, cuando tantas cosas buenas parecen acercarse, el mismo Congreso, asustado por la derrota democrática de la politiquería y la corrupción, use sus poderes para impedir el cambio; menos aún parece aceptable por parte del Gobierno. Es tan exagerado y antidemocrático que me resisto a creerlo. Sería vergonzoso, para Colombia y para quienes hacen parte de este gobierno, cabalgar hacia la disolución de la participación popular. Triste sería la hora en que la apetencia de poder desfigure el respeto por la democracia.

Los más extremos anuncian que se piensa en una reforma para suprimir la segunda vuelta. Colombia ha sido respetuosa de la democracia. Ojalá no sea este el momento para que eso cambie.

 

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