Se agrava la revaluación

Eduardo Sarmiento
26 de julio de 2014 - 09:00 p. m.

En los últimos tres meses el país experimentó una revaluación del 10%.

El abaratamiento del dólar se está llevando por delante la industria y la agricultura de cereales y amenaza la misma actividad minera.

En la ciencia económica aceptada en los libros de texto se considera que la presencia de recursos naturales no afecta significativamente el funcionamiento de las economías de mercado. Sin embargo, la experiencia de Argentina con la exportación de alimentos en el siglo pasado y Venezuela con el petróleo en los últimos 15 años plantea dudas sobre esa percepción. En general, se observa que las bonanzas en actividades basadas en recursos naturales dan lugar a grandes elevaciones del ingreso nacional que son seguidas por descensos que resquebrajan las economías, en la forma de la llamada “enfermedad holandesa”.

El tema no ha sido analizado adecuadamente en la ortodoxia. Con base en el principio de Herscher, Ohlin, Samuelson, que constituye una de las teorías neoclásicas más aceptadas y reconocidas, se predice que la presencia de bienes basados en recursos naturales intensivos en divisas, o si se quiere, su expansión no afecta los funcionamientos regulares. El ingreso generado por estas actividades eleva la demanda de bienes no transables, como servicios y la construcción, y de los transables, como la agricultura y la industria. Adicionalmente, genera una revaluación del tipo de cambio que propicia la sustitución de la producción de la industria y la agricultura por importaciones. Se configura un perfil productivo en el cual la producción de servicios aumenta y la de la industria y la agricultura disminuye. Por mucho tiempo se dio por dado que esta composición representa la asignación más eficiente de recursos y permite la coexistencia de los sectores transables y no transables.

Lo grave es que no se advirtió que la producción industrial no puede ser sustituida indefinidamente por importaciones. En algún momento las divisas provenientes de las actividades basadas en los recursos naturales superan las importaciones, ocasionando el disparo de la revaluación, que se autorrefuerza y desmantela las actividades transables.

Así no sea elegante decirlo, el país entró en ese estado desde hace un tiempo. En los últimos tres meses la revaluación superó el 10% y el déficit en cuenta corriente se aproxima al 4% del PIB. Los precios industriales y agrícolas son mayores que en el resto del mundo. Las exportaciones industriales caen 15% y las agrícolas de cereales y ganadería no despegan. Los proyectos mineros y energéticos, que aparecían altamente rentables, enfrentan serias dificultades en las nuevas circunstancias.

El balance aparece claramente reflejado en las cuentas nacionales. La industria y la agricultura perdieron participación en los últimos diez años. La minería, que era el sector de mayor crecimiento en la economía, ha declinado y crece por debajo del promedio. La dinámica de la economía corre por cuenta de la construcción pública y privada, y los servicios, con el agravante de que su expansión acentúa la revaluación.

La economía se dejó llevar a un déficit creciente en cuenta corriente y profundización de la revaluación que amenazan la estabilidad cambiaria y contraen la demanda efectiva. Las acciones para corregir una dolencia agravan la otra. Lo ideal sería adoptar un programa fiscal, monetario y cambiario para levantar el tipo de cambio sin afectar mayormente la actividad productiva y el empleo, pero ello no es viable dentro del marco existente de inflación objetivo y tipo de cambio flexible. Como van las cosas, las circunstancias obligarán al Gobierno a configurar un cuantioso superávit fiscal para adquirir masivamente las divisas y precipitar la devaluación.

Eduardo Sarmiento Palacio *

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