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'Se lo escuché a un muerto'

Ernesto Macías Tovar
20 de noviembre de 2012 - 11:00 p. m.

Las versiones ante la justicia de los paramilitares extraditados por el gobierno Uribe y las del mercenario Yair Klein, perseguido por el mismo gobierno, obedecen a un libreto preparado con elementos comunes.

Es una estrategia bien curiosa. Aparecen repentinamente con historias acomodadas desde las cárceles de EEUU, pero no aportan pruebas; desde luego, no las tienen. Otro elemento común es que el blanco de sus oprobios es el expresidente Uribe y su familia. Saben perfectamente que sus infamias no tienen ningún efecto judicial y que, en el peor de los casos, reciben una denuncia por injuria y calumnia. Eso sí, tienen bien claro que causan un gran ruido en los medios de comunicación.

El caso del mercenario Yair Klein, es tan aberrante como el de Mancuso y su orquesta. Transcurridos casi 25 años (1988) de haber cometido crímenes de lesa humanidad en Colombia, quienes están detrás de todo esto le acomodaron el libreto para que dijera que ‘un hacendado que se convirtió en presidente’ pagó por sus servicios, y que ese hacendado tenía una finca en la zona y que le aportó dinero a su causa criminal. Y, tal vez, cuando le hicieron caer en cuenta que el único hacendado que se convirtió en presidente es Álvaro Uribe, y que nunca tuvo tierras en la región ni había pagado dinero para actividades delictivas; entonces modificó la versión diciendo que nunca conoció a Uribe, y que esas historias las había escuchado de un tercero a quien un difunto criminal se las había contado.

Por supuesto que Klein dijo muchas cosas más, como que se reunió con los hermanos Galán Pachón, y que llegó al país en 1987 auspiciado por el gobierno de turno y el Ejército. Pero nadie ha preguntado por la reunión con los Galán, ni qué pasó con aquel gobierno, aunque muy seguramente nada tuvieron que ver en el asunto el presidente Virgilio Barco, o su ministro de Defensa el general Samudio, o el ministro de Hacienda César Gaviria. El objetivo noticioso era “el hacendado”.
Y revisando el nefasto paso de Klein por Colombia, encontramos que quien se enteró primero de la presencia del mercenario que entrenaba narcotraficantes y paramilitares en el Magdalena Medio fue casualmente el periodista Daniel Coronell, y hasta publicó imágenes en televisión de sus faenas delictivas. También resultó muy cercana a Klein la periodista Olga Behar, quien ha sabido aprovechar comercialmente las historias de “narcos y paras”. Tampoco nadie se ha preguntado por qué y cómo llegaron a él.

Según las autoridades, Klein siguió visitando a Colombia para desplegar sus actividades criminales hasta el año 2003 cuando se inició una persecución contra él por parte del gobierno Uribe; cacería que terminó con su detención en una cárcel de Rusia (2007), ante lo cual el mismo Uribe lo solicitó en extradición. Infortunadamente, la solicitud fue dilatada y negada.

Lo cierto es que Klein, al igual que Mancuso y sus secuaces, impulsados por alguien, están en la tarea de acusar a Uribe ante la justicia con una serie de historias prefabricadas, con el único propósito de divulgarlas ampliamente en los medios. Todas las infamias tienen como prueba reina un testigo ya fallecido. Es decir: “se lo escuché a un muerto”.

@emaciastovar

 

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