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La podríamos llamar también: la Semana Mayor del posconflicto, siempre y cuando miremos las actividades del acuerdo de paz recientemente firmado con optimismo y sin colocar cortapisas ni talanqueras donde no las hay, no hacerlo de esa forma sería traicionar nuestra conciencia y ser los auténticos profanos de nuestro propio futuro.
En esta Semana Mayor la meditación y la reflexión deben tener la profundidad de nuestro futuro, preguntándonos si realmente estamos de acuerdo con lo que se ha firmado, para poner fin a 50 años de una guerra absurda que nos ha mantenido encañonados, sin respetar: edades, ni sexo, ni razones.
La Semana Mayor para los católicos, y en general para quienes profesan las religiones cristianas, debe ser motivo de profunda meditación y reflexión, pero muy especialmente, para quienes habitamos este hermoso país llamado Colombia.
No debemos desconocer que vivimos en una Colombia maravillosa, con recursos naturales extraordinarios, que las demás partes del mundo nos envidian y desearían poseer para construir un futuro promisorio, con metas de desarrollo agroindustriales, para abastecer las necesidades agroalimentarias y oportunidades comerciales.
Estamos viviendo una etapa de transición: de la guerra hacia la paz, todo gracias al acuerdo recientemente firmado entre Gobierno y guerrilla de las Farc, que a pesar de sus fisuras y dificultades presentes y que se avecinan, debemos tener fe, plena confianza en que todo se va a implementar, para gloria y tranquilidad de presentes y futuras generaciones.
Indudablemente que son muchos los escépticos, que miran el futuro de nuestra patria con desgano, aunque existan razones de peso, es bueno que en convenio con nuestra propia conciencia y teniendo en cuenta que para lograr una paz estable y duradera se requiere del aporte y del sacrificio de todos los ciudadanos de bien.
No podemos echar por la borda los logros alcanzados a través de seis años de negociaciones que duró el proceso de paz entre el Gobierno y la guerrilla de las Farc, mientras exista la predisposición y la buna voluntad de las partes, es válido que todos los colombianos nos unamos en una sola causa y aportemos en la medida de nuestras capacidades los sacrificios que esto requiere.
Por eso, en la Semana Mayor, cuando las actividades laborales prácticamente se paralizan a partir del Miércoles Santo, qué mejor que refugiarnos en los pedestales de nuestro entorno con el fin de hacer un examen de conciencia y de acuerdo a nuestro criterio definir, preferiblemente en reunión de nuestras familias y allegados, un conciliábulo de paz.
Imaginémonos una Colombia plena de recursos naturales y productiva en todos los ámbitos: agropecuarios, agroturísticos, agroindustriales y comerciales, donde todos seamos los pregoneros de nuestras propias causas y nos volvamos autosuficientes, sin tener que acudir a los mercados internacionales para proveernos de lo que en nuestras regiones se puede producir, aun de mejor calidad y a mejores precios.
Reflexionemos también sobre los colombianos que un día empuñaron las armas para irse en contra del Estado, puesto que no encontraron respuesta del Gobierno a sus más urgentes necesidades, pero que ahora, gracias al acuerdo de paz que se está implementando, se han reinsertado y están listos para emprender una nueva vida en el ejercicio de desarrollo de proyectos productivos.
En términos generales dediquemos estos días que restan de la Semana Mayor a ser más consecuentes con nosotros mismos, con nuestras familias, con las personas que nos rodean, pero muy especialmente pensemos en nuestro país, preguntándonos qué podemos hacer por él, cómo podemos colaborar desde las diferentes actividades de nuestra propia vida para generar paz y concordia social entre todas las personas que nos rodean.
Finalmente pensemos en nuestros hermanos de Mocoa, Putumayo, víctimas de la avalancha, démosles una voz de aliento y colaborémosles en la media de nuestras capacidades.