Señales monetarias

Salomón Kalmanovitz
26 de marzo de 2017 - 09:00 p. m.

La política monetaria continuó relajándose con la decisión de reducir la tasa de interés por tercera vez el pasado 24 de marzo, para dejarla en 7 %. Las justificaciones fueron básicamente dos: la inflación descendió más de lo esperado en febrero, neutralizando el aumento del IVA a los bienes de consumo, y la economía se está debilitando rápidamente.

Después de aumentar las tasas de interés con fuerza para contrarrestar los efectos de la gran devaluación del peso y la intensa inflación que produjo el fenómeno de El Niño, la junta directiva puede descansar con los resultados alcanzados: el desequilibrio externo se redujo porque las importaciones absorbieron el impacto de la pérdida de valor del peso, pero además porque la demanda efectiva se debilitó con el encarecimiento del crédito propiciada por la política monetaria dura; algo similar sucedió con la inflación, que se viene desacelerando y se espera que termine de 4 % en 2017 y alcance la meta del 3 % en 2018. Gracias a las condiciones climáticas favorables a la producción de alimentos, estos bajaron de precio, aunque el resto de productos sí reflejó el aumento de tres puntos del IVA sobre la canasta de consumo. Como este es un choque de una sola vez, se espera que no siga incidiendo en los indicadores de inflación en lo que resta del año.

Los datos sobre la actividad económica son preocupantes. La Encuesta sobre Expectativas de la Industria, de Fedesarrollo, informa que la confianza se ubica en el punto más bajo desde febrero de 2013, derivado de un volumen de pedidos deteriorado y un aumento de los inventarios o bienes producidos sin vender. Según la encuesta manufacturera del DANE, la producción cayó levemente en enero, aunque sus ventas aumentaron 1,7 %. Las ventas del comercio al por menor en enero marcaron una reducción de más del 2 %, aunque si se excluyen vehículos y combustibles se reducen 0,8 %.

Los datos sobre empleo también son mediocres: en enero de 2017 aumentó sólo 0,4 % y el desempleo también aumentó, o sea que hubo más personas buscando trabajo y no lo encontraron. El Gobierno dejó de impulsar la formalización del empleo por medio de la eliminación de los costos parafiscales de la nómina, pues no aceptó eliminar las contribuciones a las cajas de compensación o por lo menos hacerlas voluntarias. Estas instituciones constituyen un adefesio de estirpe falangista que recibe una lluvia de contribuciones que desperdician lamentablemente, a la vez que contribuyen al desempleo y a la informalidad.

La votación de los miembros de la junta del Banco de la República para tomar la decisión de reducir 0,25 % la tasa de interés fue de cuatro que hicieron mayoría por la medida, uno que consideró que no estaban dadas las condiciones para reducirla, y el ministro de Hacienda, quien abogó por una reducción de 0,5 %. Es reconfortante el hecho de que el Gobierno no puede imponer sus puntos de vista a la junta, aunque le resta credibilidad al banco central que se le presione públicamente para que siga los dictámenes del Ejecutivo.

Este Gobierno ha sido bastante insensible a la necesidad de que existan poderes independientes de su dominio. Me refiero a presiones del presidente sobre el Consejo de Estado y otras cortes o su reticencia para tener un departamento de estadística independiente (no tiene presentación que el director del DANE entregue informes en el Palacio de Nariño), o a que el nuevo catastro quede libre de presiones políticas, pues no debe pertenecer a Hacienda ni a Planeación.

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