Señor Plácido Domingo: hace 30 años también era acoso

Catalina Uribe Rincón
17 de agosto de 2019 - 05:00 a. m.

Una bailarina y ocho cantantes, entre ellas la mezzosoprano Patricia Wulf, acusaron a Plácido Domingo de acoso sexual. Una de las víctimas contó a la Associated Press que Domingo metió su mano por debajo de la falda sin consentimiento, y otras tres afirmaron que el tenor las besó a la fuerza. Otra cantante aseguró que Domingo estaba constantemente tocando y besando a las mujeres a su alrededor. Seis aseguraron que el tenor las hacía sentir incómodas con sus toqueteos e insistencias. El equipo de trabajo de Domingo ha confirmado estas acusaciones.

Domingo respondió de una forma que se ha vuelto costumbre: “Las reglas y valores por los que hoy nos medimos, y debemos medirnos, son muy distintos de como eran en el pasado”. Su respuesta es parecida a la del director de televisión colombiano Alí Humar, cuando le preguntaron por la acusación de acoso sexual que hizo Marcela Posada en su contra: “Hace 25 años se lo podía pedir uno a alguna mujer y eso no era acoso; la mujer le decía sí o no, o le daba una cachetada si uno se sobrepasaba. Eso es una moda de ahora”.

Lo que sugiere Domingo es que como en el pasado era más permitido acosar, por eso él acosaba. Lo que insinúa Humar es que si una mujer tenía que protegerse con violencia, no era acoso porque, como él dice, “eso era normal dentro de la cultura que vivían los hombres”. ¿Se equivocan? La verdad es que muchos de estos hombres nacieron en tiempos cuando la degradación de la mujer era permitida, y hasta patrocinada. Pero también es cierto que muchos otros hombres, que nacieron en esos mismos contextos, decidieron no reproducir esos patrones.

Hay hombres que, pese a ser contemporáneos de Domingo y Humar, no tienen, ni tendrán jamás, una denuncia de acoso. Cuando fui estudiante universitaria, y los casos de acoso sexual de profesores a estudiantes pasaban desapercibidos, conocí a muchos sobre los cuales no se despertó siquiera un rumor por acercamientos indebidos. Otros, por el contrario, eran conocidos por sus constantes insinuaciones, coqueteo y traspasos.

Así que la conclusión no es, como aseguran algunos, “que ahora uno no sabe cómo comportarse”. Hay hombres que desde siempre rechazaron el acoso porque eso o desconocía a la mujer como una igual, o porque la incomodaba y humillaba. Muchos, pudiendo ejercer su poder, no lo hicieron. La Filarmónica de Filadelfia canceló el concierto de Domingo porque el acoso sexual no es una simple muletilla cultural. El acoso es la decisión consciente de forzar la voluntad de alguien más, para darle espacio a la propia.

El miércoles pasado la Corte Constitucional tuvo que proteger el derecho de una mujer a rechazar a un hombre en Facebook. El hombre había interpuesto una tutela porque, según él, su honra y buen nombre fueron vulnerados cuando la mujer lo rechazó rotundamente en la red social. Hasta los estrados judiciales llegó el ego de un macho que no se resignó a que una mujer lo rechazara. La diferencia entre antes y ahora no son “los valores”: es el respaldo que tiene ahora la mujer para decir “No”.

 

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