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Señores Farc...

Juan Carlos Botero
13 de septiembre de 2012 - 10:53 p. m.

Hoy en día no existe ningún argumento que justifique su existencia. Durante años ustedes dijeron que seguían en la lucha armada porque la democracia colombiana era una farsa y porque la única forma de lograr el cambio político y social en el país era mediante las armas.

Esas tesis ya no son válidas. No después de la reforma constitucional de 1991; no después de la desmovilización del M-19, y no cuando los últimos tres alcaldes de la capital han surgido de la izquierda. Gustavo Petro militó en la guerrilla, y a los pocos días de ganar las elecciones de Bogotá, Alfonso Cano, ideólogo de las Farc y sucesor de Tirofijo, moría a tiros en las selvas del Cauca. Ahí están sus opciones: la integración al Estado de derecho, o una muerte segura en la jungla.

Su estrategia del cambio social mediante las armas fracasó. Lo único que eso ha logrado, tras décadas de violencia, es un trágico y colosal baño de sangre. ¿Revolucionarios? ¿Luchadores? Por favor. Ustedes no luchan, no hacen nada a favor de otros, y menos de los desprotegidos. Lucha el obrero, el campesino, la secretaria, el oficinista y el mensajero, y lo hacen con dignidad. Ustedes no. Ustedes viven de la extorsión y del narcotráfico, lo cual, frente a los ideales que exhortan, repugna. Para decirlo con franqueza: en Colombia estamos mamados de su existencia.

Aborrecemos sus métodos de acción. Aborrecemos el reclutamiento forzoso de menores, la protección de cultivos ilícitos y la voladura de oleoductos. Aborrecemos el asalto a pueblos indefensos, el boleteo y el asesinato selectivo. Aborrecemos el daño ecológico que han causado, los atentados, y su táctica infame del secuestro que carece de toda justificación. Aborrecemos sus juegos retóricos, negando que son secuestradores y traficantes, y llamando a sus secuestrados “prisioneros de guerra”. Nadie se come ese cuento. Esas personas, que ustedes han privado de su libertad, violado y torturado, humillado y encadenado como bestias, han sido secuestradas, y nada puede matizar esa barbarie. Ustedes han convertido el país, junto con los narcos y los paramilitares, en una fábrica de huérfanos. Luego de 48 años de supuesta lucha armada, en eso se resume su gran aporte a Colombia.

Es una vergüenza que ustedes hayan usado conceptos nobles para justificar sus atrocidades, invocando la defensa de los pobres, niños e indígenas, y la desigualdad económica y social. Ustedes han enlodado esas banderas, que son sagradas, y basta un solo ejemplo, que jamás olvidaremos, para decirlo todo: Bojayá.

Colombia necesita progreso. La pobreza sigue mayoritaria y la falta de equidad inadmisible. Hemos avanzado, pero aún falta mucho. No obstante, la única forma de lograr esa justicia es mediante el acuerdo, el consenso, el intercambio de ideas y la reforma política, no las armas. De modo que la opción de vivir para siempre en la selva, gozando de sus mujeres a la fuerza y viviendo como pequeños reyes hasta morir de viejos como Tirofijo, esos tiempos se acabaron. El presidente Santos no tenía que ofrecerles una salida digna que les permitiera seguir viviendo. Entonces sólo les queda un camino. O aceptan ese acto de generosidad y se someten a la paz que ofrece el Gobierno, o morirán en la selva como Raúl Reyes, Alfonso Cano y tantos más. Señores: escojan.

 

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