Será la paz y no la corrupción el tema de la campaña

Jorge Iván Cuervo R.
24 de febrero de 2017 - 02:00 a. m.

A raíz de los escándalos de corrupción que desató la firma Odebrecht en América Latina, y de lo cual Colombia no ha sido la excepción, muchos analistas consideran que el tema de la corrupción será determinante en la próxima campaña presidencial. Me temo que no.

La opinión pública percibe que la corrupción tiene origen en el sistema político, en las reglas de juego de acceso al poder, y no hay ningún candidato creíble que sea percibido como outsider capaz de canalizar esa indignación. El último fue Mockus y su triunfo en primera vuelta en 2010 con la Ola Verde, y ya sabemos cómo terminó.

Ni Claudia López, ni Sergio Fajardo ni Jorge Enrique Robledo son considerados outsiders con la suficiente fuerza para hacer de la causa anticorrupción su bandera política. De los demás precandidatos que vienen de los partidos políticos, ni se diga. Una marca como la de Cambio Radical está tan desprestigiada que Germán Vargas –en un acto de ironía sublime– está pensando en lanzarse por firmas.

Además, en Colombia las causas éticas mueven poco al electorado. Mientras en Rumania, República Dominicana o Brasil la gente se moviliza contra la corrupción, en Colombia hay rechazo, pero indiferencia y resignación a la hora de castigar a los corruptos o sus aliados con el voto. O dejan de votar –y de ahí que la abstención no se reduzca– o votan por los mismos, legitimando de alguna manera las prácticas de corrupción.

Entonces el tema será de nuevo la paz (la implementación de los acuerdos). O la guerra, o las Farc, o como prefieran llamarlo, el tema que ha elegido los últimos presidentes en Colombia desde los tiempos del Frente Nacional.

En el 2018 se definirá si el proceso de paz con las Farc se consolida, se ajusta o fracasa. Los extremos del espectro político se alinearán en torno a estas posibilidades. El sector de centro-izquierda lo hará por defender los acuerdos, y el sector de centro-derecha por acabarlos o revisarlos.

El tamaño de esos ajustes marcará la tendencia en la derecha. Un sector encabezado por el exprocurador Alejandro Ordóñez optará por desconocerlos totalmente, y uno encabezado por el expresidente Uribe, por hacerle ajustes, especialmente en materia de justicia y participación política. Uribe ya ha dicho que no apostará por su desmonte, lo que abre un escenario para la negociación política que supere el extremismo paralizante. El resultado del plebiscito revivió las posibilidades del uribismo –aunque no tiene un candidato viable– y Vargas Lleras se quedó sin agenda, lo que lo puede acercar al uribismo.

La centro-izquierda tendrá que definir qué candidato tiene mayores posibilidades de defender los acuerdos con una agenda alterna sobre otros temas como seguridad ciudadana o empleo, y eso no se resolverá con una consulta popular o con una alianza en primera vuelta pues la izquierda de Robledo y la de Petro querrán ir hasta el final.

Este escenario genera un riesgo de que a segunda vuelta pasen dos candidatos de la derecha, dejando la consolidación del posconflicto en veremos. De eso se tratará, una vez más, la lucha anticorrupción para los editoriales y columnistas.

Coletilla. La llegada de Gerardo Hernández como codirector del Banco de la República sienta un preocupante precedente de designar a alguien que ha sido sancionado disciplinariamente por negligencia en la función pública, en el recordado caso de Interbolsa.

Coletilla 2. La Fiscalía tiene que establecer si José Elías Melo Acosta, como presidente de Corficolombiana, propietaria de Episol, socia de Odebrecht en el malhadado contrato de la Ruta del Sol, estaba al tanto o no de la coima de 6.5 millones de dólares en favor del exviceministro García Morales. En ese tema específico debe declararse impedido el fiscal Martínez porque el resultado de esa indagación puede afectar directamente a su antiguo cliente, el Grupo Aval.

@cuervoji

 

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