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Siéntase vigilado

Héctor Abad Faciolince
08 de junio de 2013 - 10:00 p. m.

La cosa se sospechaba, pero ahora ha sido oficialmente confirmada por filtraciones a los diarios The Guardian y The Washington Post: la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos mete sus narices en todas las llamadas telefónicas que se hacen desde y hacia su territorio, y no sólo eso sino que también tiene acceso a las cuentas de cualquiera de nosotros en Hotmail, Gmail, Facebook, Yahoo, Skype, Apple, etc., entrando directamente a los servidores de estas empresas.

Cualquier cosa que se haya escrito sobre la protección de la privacidad en los contratos que uno aprueba sin leer al abrir una de estas cuentas, es mentira: en el mundo digital no existe la privacidad completa y al menos esta Agencia podría ver todos sus correos, todo el historial de sus búsquedas en internet, todos los chats, todas las fotos, todos los videos que haya visitado, enviado o visto, todas las llamadas que haya hecho o recibido por celular o por Skype.

La CIA y el FBI son clubes abiertos al público, al lado de la Agencia Nacional de Seguridad. Sus siglas en inglés son NSA (por National Security Agency) y es tan secreta que durante más de 20 años ni siquiera se sabía de su existencia. Si no hay otra hoy en día cuya existencia desconozcamos —y lo más probable es que la haya—, la NSA es el más secreto de los servicios secretos norteamericanos, y por eso se la conoce como “No Such Agency”, es decir, “No hay tal agencia”. Y es ella la que maneja el programa Prism, es decir, el que puede acceder a todas nuestras cuentas virtuales.

Naturalmente a la NSA le importa un bledo que usted tenga una amante mulata con la que se masturba por Skype o que Lolita Pérez se pase las tardes viendo porno. No hay ejército de espías capaz de leer los miles de millones de correos que se escriben a diario en el mundo, la mayoría anodinos y sin ninguna importancia para nadie, fuera de los interesados. Pero si usted es un delincuente al que hay que buscar, le dicen El Indio y tiene una modelo de amante, quizá rastrear las llamadas y los mails de esa modelo conduzcan a su paradero. Ahí el fin del espionaje parece justificado. Sin embargo, si usted es un periodista molesto al régimen, o un disidente político, la agencia secreta podría querer divulgar que los jueves le gusta disfrazarse de mujer e ir a un bar de travestis en el centro, aunque este vicio privado no le quite ni le ponga nada a su actividad periodística o política. Desacreditar a un opositor es siempre una dicha para el poder.

En Estados Unidos la distinción entre citizen, ciudadano, y foreigner, extranjero, es fundamental. Hay muchas cosas que se le pueden hacer a un extranjero (vigilarlo, meterlo en Guantánamo indefinidamente y sin juicio) que a un nacional no se le pueden hacer. Lo interesante es que al parecer ahora estos servicios de espionaje que nacieron para defenderse de un ataque exterior, se están volcando también hacia los propios ciudadanos. Un Obama a la defensiva declaró este viernes que había que encontrar un balance entre seguridad y privacidad, y que no era posible tener mucha seguridad si no se prescindía de algo de privacidad. Se ve bien que el Obama candidato es distinto al Obama presidente. Aquel defendía a los chivatos oficiales que divulgaban documentos secretos de sus trabajos públicos, en bien de la transparencia y de la comunidad. El Obama presidente, y sus funcionarios, están ahora buscando con lupa a la persona que filtró estos documentos “top secret” al Guardian y al Post.

Al soldado Manning, que filtró la película en la que se veía cómo mataban a un periodista en Irak, le va mucho más mal que al soldado que mató a ese periodista. Al parecer todos podemos ser vigilados, menos los que vigilan. Ese es el problema, ¿quién controla y vigila a los que nos vigilan? 

 

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