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¿Sin comentarios?

Catalina Ruiz-Navarro
24 de julio de 2014 - 03:11 a. m.

Esta semana la Corte Suprema de Justicia confirmó la sentencia que condena a Gonzalo Hernán López a año y medio de prisión por un comentario que hizo en el foro de internet de El País de Cali, en el que se refiere a la directora de la Federación de Departamentos, Gloria Escalante, quien lo denunció por injuria y calumnia.

El comentario dice: “Y con semejante rata como Escalante que hasta del Club Colombia y Comfenalco la han echado por malos manejos que (sic) se puede esperar... ¿El ladrón descubriendo ladrones? ¡Bah!”.

Al parecer lo que dice López no es cierto. Escalante fue sancionada, pero por otras razones. Pero la veracidad del comentario es irrelevante porque es una opinión, porque las figuras públicas se exponen voluntariamente al escrutinio de todos y cualquiera, porque no se le pueden hacer a un lector las mismas exigencias de veracidad que a un funcionario público o a un periodista y porque los foros de internet son escenarios informales en donde la gente dice barbaridades a cada rato, de manera desprevenida, como quien charla en una tienda. Muchos de estos comentarios son hirientes y exagerados, pero difícilmente dañinos, y menos cuando se hacen en estos contextos y por un ciudadano cualquiera, sin poder o credibilidad mediática.

Al parecer, la reafirmación de la Corte busca hacer de este caso un paradigma, que advierta a los internautas que no pueden andar por ahí diciendo cualquier cosa que se les ocurra. Es un clarísimo mensaje de autocensura. Ese es el uso más frecuente de las leyes de injuria y calumnia, que entre otras cosas sólo favorecen a la gente con poder y plata, pues cualquier pobre diablo con fama de nada no tiene con qué ni por qué denunciar. De la misma manera, son leyes que sólo pesan sobre quienes no tienen poder ni plata: varias de las más prominentes figuras públicas colombianas (uribistas en importante medida) no pueden hacer tres tuits sin caer en injuria y calumnia, y esto se mantiene en perfecta impunidad.

Si de honras se trata, a nivel internacional está muy mal visto que los delitos de injuria y calumnia tengan castigos penales. La retrógrada ley colombiana se ha mantenido así hasta hoy porque hasta la fecha no teníamos un caso de condena penal por estos motivos. Ya tenemos uno. ¡Que cunda el miedo!

Afortunadamente, y gracias al efecto Barbra Streisand, nosotros podemos mandarles un mensaje de vuelta. El efecto Streisand viene de que una vez la artista trató de impedir que se publicaran unas fotos y el intento de censura sólo logró subirle el perfil y aumentar la divulgación de las imágenes. Con esta columna, ya van dos veces que El Espectador reproduce el comentario de López. Yo invito a los lectores a que lo reproduzcan también, en sus redes, en sus conversaciones del cotidiano. Podemos demostrarles a quienes usan las leyes de injuria y calumnia para la censura que hacerlo sólo acrecentará el problema, y hará más jugoso el chisme. Ellos quisieron hacer un caso paradigmático de un comentario que se habría podido perder entre miles, que ya estaría olvidado. Pues recordémoslo hasta perpetuarlo. Usemos el mismo paradigma para mostrarles el efecto contrario.

 

@Catalinapordios

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