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Siria, la tormenta perfecta

EL DESANGRE COTIDIANO EN SIRIA va de mal en peor.

El Espectador
05 de agosto de 2012 - 11:00 p. m.

EL DESANGRE COTIDIANO EN SIRIA va de mal en peor. El régimen dictatorial de Bashar al Asad masacra a la población en Alepo, en medio de una guerra civil abierta, y los rebeldes, infiltrados por Al Qaeda, cometen atrocidades similares. Mientras tanto la ONU se divide ante la inacción y Kofi Annan renuncia como su enviado especial. Son los ingredientes para una tormenta perfecta.

Desde el inicio de la Primavera Árabe no se presentaba una situación tan caótica. En Egipto se resolvió con la salida de Mubarak, aunque el tiempo ha demostrado que las cosas no cambiaron como se quería. En Libia, Gadafi murió luego de arrasar medio país enfrentado a una oposición armada que contó con el abierto apoyo de la OTAN y la aprobación de la ONU.

Pero en Siria la historia es distinta y, por lo mismo, la situación es mucho más compleja. Comenzando por Naciones Unidas. Moscú, junto a Pekín, impiden reiteradamente que el Consejo de Seguridad adopte una resolución de condena. Esta inacción llevó a que el viernes anterior se presentara un inédito fraccionamiento luego de que en la Asamblea General se aprobara por mayoría una resolución que critica la incapacidad del Consejo de Seguridad. En esencia se cuestiona a las potencias que bloquean la adopción de una posición más rígida frente a la carnicería en la cual se ha convertido el conflicto en Siria. A pesar de que dicha resolución no tiene carácter vinculante para el máximo organismo de Naciones Unidas, sí es un importante campanazo pidiendo acciones concretas. La frustración reinante alcanzó a Colombia, pues nuestro país debió maniobrar desde la presidencia del Consejo de Seguridad, bajo la conducción del embajador Néstor Osorio, tratando de lograr la cuadratura del círculo.

Y, para acabar de completar el panorama, la renuncia de Kofi Annan a continuar con sus esfuerzos muestra a las claras la dimensión del actual descalabro diplomático. La pregunta obvia es qué hacer, mientras las tropas de Al Asad continúan machacando por tierra y aire Alepo, la mayor ciudad del país y su corazón financiero, y en Damasco recuperan calle por calle algunos sectores de la capital en poder de la oposición. De momento no se percibe una salida viable, al menos en el campo de la diplomacia.

Así las cosas, el ambiente general es cada día de mayor caos. Por un lado, Al Qaeda ha entrado en escena y algunos de sus máximos dirigentes han llamado abiertamente al derrocamiento del Gobierno. Estados Unidos autorizó un apoyo financiero directo a los opositores sirios. Mientras tanto las fronteras con Turquía y Líbano se calientan por la gran cantidad de refugiados que huyen a los países vecinos y la ocurrencia de uno que otro incidente que ya se cobró el derribo de un avión de guerra turco, más otros incidentes menores que podrían irse agrandando. Por último, al parecer grupos armados opositores habrían secuestrado a cerca de cincuenta peregrinos iraníes. Irán es un aliado incondicional de Al Asad, lo que hace presumir que haya un claro objetivo político tras la retención.

Como si lo anterior no fuera poco, en los alrededores las cosas tampoco pintan bien. Israel mantiene su posición de no permitir armas atómicas en Irán y Teherán, por su parte, replica que cualquier acción en su contra desencadenará un conflicto de proporciones catastróficas. Su mayor presencia militar en el Golfo de Ormuz, por donde sale una buena parte del petróleo del mundo, ha sido respondida por EE.UU. con un incremento de su presencia naval.

El tablero de ajedrez de Oriente Medio, con Siria como punto focal, vuelve a estar una vez más a punto de ebullición. Las propuestas de solución no se ven. La única opción es la de insistir en una salida vía Naciones Unidas. La paz de la región, y del mundo, dependen de ello.

Por El Espectador

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